Texto mensual para reflexionar sobre el tema del Centenario “Carlos de Foucauld – al encuentro del otro”.....
1º de marzo de 2016 :
Meditación de Carlos
sobre el salmo 81.
En todas las páginas de
sus libros, Dios nos recomienda a sus hijos pobres, a sus hijos
desheredados, que escuchemos su voz, seamos los padres, los hermanos,
los hijos de esos desgraciados; seamos su consuelo, su refugio, su
asilo, su hogar, su casa paterna. De esa manera seremos los padres,
los hermanos, los hijos de Jesús; su consuelo, su refugio, su ayuda,
su hogar, su casa. No nos preocupémonos de aquellos a quienes no les
falta de nada, ocupémonos de aquellos a los que les falta todo, en
quienes nadie piensa.
Seamos los amigos de los que nos tienen amigos.
Pensemos en las llagas de Lázaro, en lugar de hacer regalos al rico,
por bueno que sea. Seamos los padres, los hermanos, los hijos de los
abandonados, de los desheredados, de los miserables, y seremos los
padres los hermanos, los hijos de Jesús.
Amemos a los ricos, porque
también son hijos de Dios; pero no nos ocupemos de ellos porque no
lo necesitan; ocupémonos de los pobres porque ellos necesitan de
todo, y porque Jesús nos los ha legado no como hermanos, sino como
Él mismo, a quien hay que cuidar, alimentar, vestir, consolar,
santificar, salvar, en definitiva, amar. Ellos son “sus hermanos”
nos dice, la familia que Él ha adoptado; la que nos ha legado. Es
cosa nuestra ver si queremos aceptarla de su mano o rechazarla.
¡Somos todos hijos del Altísimo! Todos… El más pobre, el más
repulsivo, un recién nacido, un viejo decrépito, el ser humano
menos inteligente, el más abyecto, un idiota, un loco, un pecador,
el mayor pecador, el más ignorante, el último de los últimos, el
que más repugna tanto física como moralmente es un hijo de Dios, un
hijo del Altísimo, acompañado de un ángel de la guarda
resplandeciente de belleza y poder. ¡Cómo debemos valorar a todo
ser humano, cómo debemos amarle! Es hijo de Dios. Dios quiere que
sus hijos se amen entre ellos como un tierno padre quiere que sus
hijos se amen entre sí. Amemos a todo hombre, porque es nuestro
hermano y porque Dios quiere que le miremos y le amemos muy
tiernamente como tal, ¡pues es hijo del Dios bienamado y adorado!
Porque es el precio de la sangre de Nuestro Señor, cubierto con su
sangre como de un manto, amado por Dios y por Jesús hasta consumar
por él el sacrificio del Calvario, amado de Dios hasta entregar a su
Hijo, amado por Jesús, en asociación, en imitación, en unión, en
conformidad perfecta con Dios, hasta inmolarse por él. Amemos a este
hombre a quien Dios ama todos los instantes de su vida, a quien Él
da, hasta el último minuto de su existencia, con paciencia y bondad
infinitas, los medios para vivir eternamente en el cielo participando
maravillosamente de la herencia divina. Estimemos, amemos desde el
fondo del corazón a todo hombre por Dios, nuestro Padre común.
(meditaciones sobre los
salmos – salmo 81 – Roma 1896)