Feliz Navidad

La Familia espiritual de Carlos de Foucauld en España les desea una Feliz Navidad..                                                                     


“El pueblo que andaba en tinieblas,

vio una luz grande.

Porque nos ha nacido un niño, un hijo se nos ha dado”

(Isaías 9, 1-5)


La Familia Espiritual de Carlos de Foucauld en España les desea:

¡FELIZ NAVIDAD!

 
El cielo baja a la tierra (Hta. Chiara de Jesús)

Meditaciones del hermano Carlos sobre la Navidad

El texto está tomado de las “Obras espirituales”.

Jesús elige a sus adoradores él mismo …
Atrae a los pastores hacia él con la voz de los ángeles, que primero quieren verlos alrededor, después de María y José. Para los padres eligió a dos trabajadores pobres; para los primeros adoradores, elige pastores pobres … Siempre la misma abyección, siempre el mismo amor a la pobreza y al pobre. Jesús no rechaza a los ricos, murió por ellos, los llama a todos, los ama, pero se niega a compartir sus riquezas y es el primero en llamar a los pobres. ¡Qué divinamente bueno eres, Dios mío! Si hubieras sido el primero en llamar a los ricos, los pobres no se habrían atrevido a acercarse a Ti, se habrían creído obligados a permanecer al margen por su pobreza. Te habrían observado desde lejos, dejando que los ricos te rodearan. Pero al llamar primero a los pastores, llamaste a todos a ti.
 
Todos: los pobres, porque con esto les demuestras, hasta el fin de los siglos, que son los primeros llamados, los favoritos, los privilegiados; los ricos, porque por un lado no son tímidos y por el otro depende de ellos hacerse pobres como pastores. En un minuto, si quieren, si tienen el deseo de ser como Tú, si temen que sus riquezas los alejen de Ti, pueden volverse perfectamente pobres. 
 
¡Qué tan bueno es Dios! ¿Cómo eligió el medio correcto para llamar a todos sus hijos a su alrededor a la vez, sin excepción? Y qué bálsamo has puesto en el corazón de los pobres, los pequeños, los despreciados por el mundo hasta el fin de los siglos, mostrándoles ya desde tu nacimiento que son tus privilegiados, tus favoritos, los primeros llamados: los que siempre llamas. a Ti que quisiste ser uno de ellos y estar rodeado de ellos desde tu cuna y durante toda tu vida.

 

Encuentro de la familia en Ávila: manifiesto final

Reunida la Familia Espiritual de Carlos de Foucauld en Ávila del 8 al 11 de diciembre de 2022 para tratar el tema anunciado, hemos tomado conciencia de las cosas que están emergiendo en nuestro mundo actual. Como creyentes queremos situarnos en el mundo, desde el mundo y para el mundo, sabiendo que existen desigualdades, descartes, desordenes ecológicos y un gran individualismo.

Ante los aspectos negativos de la realidad, nos sentimos llamados a ser personas de esperanza, que asume la vulnerabilidad y nace de las cenizas en contra del optimismo ingenuo, sabiendo que que no hay salvación fuera de la comunidad.

Sentimos que la Palabra de Dios y el testimonio de Carlos de Foucauld nos invita a cultivar una mirada samaritana ante la realidad, sabiendo que en el camino hay curvas. caídas e indecisiones, pero queremos abrir puertas donde hay muros, tendiendo puentes de diálogo, convivencia y amistad. Descubrimos y nos gozamos en ese mundo nuevo que está brotando y tratamos de verlo con la mirada de Dios, que vio que era bueno y nos invita a colaborar con él.

Ante las sombras de este mundo, nos comprometemos a trabajar desde nuestra fragilidad, a caminar con los últimos, y a cultivar la interioridad y la oración. Así descubriremos las bondades de este mundo que está surgiendo y avanzaremos en una vida más encarnada; "lo que hacéis a uno de estos pequeños a mí me lo hacéis" (Mt 25, 40)

Damos gracias por este encuentro tan esperado, por el testimonio de los que nos precedieron, por la convivencia, por las aportaciones de tantas personas y por el trabajo realizado.

En este año de la canonización de Carlos de Foucauld pedimos al Señor que nos ayude a seguir sus pasos con esperanza para la vida del mundo.


 

Carlos de Foucauld, el adviento y la visitación

Al principio del adviento celebramos la memoria del hermano Carlos de Foucauld, un hombre profundamente sensible y un buscador infatigable.

Carlos de Foucauld en sus años de juventud fue un muchacho ambicioso; audaz explorador de Marruecos, donde quedó hondamente impactado por la fe de sus pobladores. Un joven brillante que, por sus grandes aportes geográficos y etnográficos, fue reconocido con la medalla de oro por parte de la Sociedad de Geografía de París.

Si nos tomamos la osadía de definir su vida, podríamos afirmar que se trata de una búsqueda constante del Amado de su alma, aún antes de conocerle ya le amaba en lo más íntimo de su ser, aún antes de poderlo nombrar ya se sentía atraído por la indecible belleza de su presencia, aún antes de conscientemente saberlo ya lo buscaba una y otra vez; buscaba a Aquel que en su más profundo centro lo habitaba calladamente. Él mismo nos cuenta que su vocación religiosa nació al mismo tiempo de su conversión.

El gran regalo espiritual del Hermano Carlos de Jesús, como a él le gustaba ser llamado, fue la simplicidad de su vida. La gracia que tenía de volver lo ordinario en algo extraordinario por amor, de anhelar con paz la más oscura de las abyecciones, de abrazar con serenidad el polvo de los días grises donde no hay brillo, ni color, ni aplausos ni reflectores: la vida oculta de Nazaret, al mero estilo de Jesús. Una vida inútil para los pragmáticos criterios mundanales, una vida muda para los ruidos estridentes de una sociedad de consumo, una vida pequeña e insignificante para los grandes políticos hambrientos de fama, una vida pobre y miserable para los mezquinos empresarios que dominan al mundo.

Carlos de Foucauld nos enseña a atravesar el desierto de la vida haciendo el bien, amando el sol de las más calurosas jornadas y la arenosa sequedad de los días áridos. Nos enseña que el desierto no sólo es el lugar de la tentación sino también el lugar del encuentro enamorado, de las noches estrelladas y la brillante luna que no deja nunca de acompañarnos. Nos enseña a despojarnos de las banalidades que tanto nos pesan y a sabernos detener reverentemente ante lo simple, lo pequeño y lo pobre, y desde ahí, dejarnos iluminar en nuestros días más oscuros.

El pasaje del Evangelio al que vuelve a menudo es el de la Visitación. Le gusta contemplar esta escena: María, en cuanto ha recibido a Jesús en ella, va a llevarlo a casa de su prima Isabel, y Jesús, aún en el seno de su madre, bendice a Juan Bautista antes de su nacimiento.

 La visitación
Pintura de Carlos de Foucauld
 
El hermano universal, como lo llama el Papa Francisco al final de su encíclica Fratelli Tutti, nos invita en este tiempo de adviento a tejer fraternidad y sororidad en medio de la contrastante diferencia y diversidad de personas. Nos invita a no perder la esperanza y abrazar este histórico desierto que nos ha tocado atravesar en medio de pandemias, guerras y crisis. Nos invita a no perder la paciencia y buscar siempre la comunión con todos y, si algún hilo se enreda, volverlo a desenredar e hilar fino, muy fino.
 
Oración de Carlos de Foucauld en el adviento:

¡Veinte días todavía! El Tiempo se acerca…
Pero aunque ese día esperado será dichoso, ¡cuán dulce es ya el presente!
Estás ahí, Dios mío, oculto en el seno de María,
estás ahí en esta casita, adorado por Ella y por José y los ángeles.
Llévame con Ellos, mi Señor.

Señor mío y Dios mío, cuando estoy en tu Santuario,
al pie del Tabernáculo, ¿no estás tan cerca de mí
como lo estuviste de san José durante el Adviento?
Cuando Te das a mí en la Santa Comunión,
¿no estás tan cerca de mí, tan en mí, como lo estuviste en la Santa Virgen?

Dios mío, qué feliz soy, qué feliz soy.
Pero Señor, Te lo suplico, conviérteme,
haz que sea, al pie del Tabernáculo, en la Santa Comunión,
lo que deba ser; que deje de estar indiferente, adormecido ante tu Altar,
que ya no reciba tibiamente tu Cuerpo divino.

Conviérteme, conviérteme, Señor mío, ¡Te lo pido en tu Nombre!
Recuérdame que prometiste conceder todo lo que Te pidamos
en tu Nombre y dar el buen espíritu a quien lo pida.

Dios mío, dame el buen espíritu, tu Espíritu, y hazme pasar este Adviento
y todos los días de mi vida de manera que te glorifique tanto como pueda;
tanto como me sea posible, tanto como sea tu Voluntad para mí,
no tanto como es posible para la Santísima Virgen o san José,
tanto como sea tu Voluntad para mí, tanto como sea posible
con las Gracias que Tú me das;

Llévame con tus santos Padres tan amorosamente,
humildemente, inundado y perdido de admiración, de contemplación,
de amor, a Tus pies y durante este Adviento y siempre.

Y esto que Te pido para mí,
Te lo pido para todas las personas,
y sobre todo para aquellos por quienes debo rezar especialmente,
en Ti, por Ti y para Ti.

Amén.