Celebración del 1 de Diciembre en Málaga

 Este próximo viernes, 1º de diciembre, celebraremos la fiesta del Hermano Carlos de Foucauld en la parroquia de Santiago (C/ Granada) con este programa:

• 18:30 Adoración
• 19:30 Eucaristía
 
Al finalizar os invitamos a un momento de convivencia, donde compartiremos lo que cada uno traiga, en un salón de la parroquia.
 
 
Familia Carlos de Foucauld de Málaga

 

Cristo vive

No busquen al Viviente entre los muertos, Jesús está vivo, resucitó.                                                                                         

 Los miembros de la Familia Espiritual de Carlos de Foucauld en España

les desean una

¡Feliz Pascua de Resurrección!

La vivencia del Resucitado en Carlos de Foucauld

Extractos de un Retiro de Pascua de la Fraternidad Sacerdotal

¿Qué dijo Carlos de Foucauld de Jesús resucitado? Con toda seguridad, el mismo Carlos de Foucauld debía tener muy presente esa afirmación contundente de Pablo, con la que he querido iniciar esta reflexión: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe».

Hay que recordar, en primer lugar, que Carlos de Foucauld no es un teólogo. Y, por tanto, su objetivo al compartir sus escritos, cartas, comentarios al evangelio…no es proponer una exposición ordenada y estructurada de la fe. Lo suyo no es un catecismo de la fe católica, o un libro de teología. Va plasmando por escrito lo que va descubriendo y profundizando en su oración, en su abandono, y, también, en su vida encarnada, cercana a los que no conocen a Jesús, y a los más pobres y sufrientes.

Por otra parte, en algún momento puede dar la sensación de que se ha quedado, solamente, en Nazaret, prescindiendo de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Pero no es exactamente eso. No recorta a Jesús, quedándose solamente con la primera parte de su vida, y descartando la vida pública y su broche final. Conoce muy bien toda la vida pública de Jesús, especialmente su muerte y resurrección. Con toda seguridad, la cruz redentora de Jesús y la victoria de la resurrección tuvieron que formar parte, en muchas ocasiones, de su oración y contemplación. Sin lugar a dudas tuvo que incluir la muerte de Jesús en esa dinámica de descendimiento por parte de Dios. Y la meditación de la resurrección de Jesús pudo confirmar en Carlos de Foucauld que, efectivamente, “si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto”. Aunque no lo exprese de una forma explícita y, mucho menos, académica o teológica, para Carlos hay una unidad y coherencia entre la vida oculta de Jesús y su vida pública, que culmina con su muerte y resurrección, y de la cual participamos a través del Espíritu Santo.

“Enseguida que comprendí que existía un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que de vivir sólo para Él”. Esta frase, en el inicio de su conversión y misión, nos da a entender que ha descubierto al Dios de vivos y de la vida. Enseguida va a orientar su espiritualidad hacia Jesús, y éste en Nazaret. Aunque sin descuidar su confianza total en Dios, tal como queda plasmado en su oración del abandono. Pero su mirada principal va a ir encaminada hacia Jesús, en Nazaret. Ese Jesús está vivo, no es una idea o una ideología, o una teología, o un mero “relato” (como tanto se dice ahora). Es una persona viva y muy presente.

Para el hermano Carlos, una de las presencias fuertes de ese Jesús vivo es la Eucaristía: “¡La Eucaristía es Jesús, es todo Jesús! En la sagrada Eucaristía, vos estáis todo entero, todo viviente mi Bien-Amado Jesús. Tan plenamente como estabais en la casa de la Santa Familia de Nazaret… como estabais en medio de vuestros Apóstoles.” (174 Meditación sobre el Evangelio). La expresión “todo viviente” nos da a entender que, para el hermano Carlos, la Eucaristía prolonga la presencia de Jesús resucitado. En otro momento afirma, recordando y comentando las palabras de Jesús en la Última Cena: “<<Esto es mi cuerpo… esta es mi sangre…>> Mt. 26, 26-28. Esta gracia infinita de la Santa Eucaristía, cuánto nos debe hacer amar a un Dios tan bueno, un Dios tan cerca de nosotros… Cuánto la Santa Eucaristía nos debe volver tiernos, buenos, para todos los hombres.” (Meditación en 1897). También pone palabras en los labios de Jesús, sobre la Eucaristía: “Contemplarme amorosamente: es la única cosa necesaria y es lo que yo amo más… Si tu comprendieras la felicidad que hay en estar a mis pies y en mirarme…” (Retiro de Nazaret. Noviembre 1897). En esta otra reflexión es aún más explícito sobre la permanente presencia de Jesús entre nosotros: “Dios, para salvarnos, ha venido a nosotros, se ha mezclado con nosotros en el contacto más familiar y estrecho… Para la salvación de nuestras almas, continúa viniendo a nosotros, mezclándose con nosotros, viviendo con nosotros en el contacto más estrecho, cada día y a toda hora en la Santa Eucaristía…” (Reglamento y Directorio, 1909). Todas estas citas sobre la Eucaristía y la adoración eucarística nos hablan de la fe de un Carlos de Foucauld convencido de la presencia viva de Jesús en el Santísimo Sacramento. No sólo eso, sino que entiende su tarea, su misión, su presencia entre los musulmanes y los necesitados, desde esa presencia viva de Jesús en la eucaristía y en la adoración eucarística. Sin la vivencia profunda de esa presencia eucarística, la vida ya no es una imitación de Nazaret, tal como lo entiende CdF. Y en positivo: contemplar y empaparse bien de esa presencia real de Jesús en la Eucaristía le empuja, le lanza a una presencia personal en el mundo y entre la gente como en Nazaret, al estilo de Jesús.

La otra presencia fuerte de Jesús resucitado, para el hermano Carlos, son los pobres. Son muchas las referencias a los pobres, en los escritos del hermano Carlos. Entresaco algunas, de las que podemos intuir su fe en Jesús resucitado y presente: “No hay, creo yo, palabra del Evangelio, que haya tenido sobre mi más profunda impresión, y transformado más mi vida, que aquella: `Todo lo que hacéis a uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis´. Si pensamos que estas palabras son aquellas de la verdad increada… Con qué fuerza se nos lleva a buscar y a amar a Jesús en estos ‘pequeños, estos pecadores, estos pobres, poniendo todos nuestros medios espirituales al servicio de la conversión, y todos nuestros medios materiales para el alivio de las miserias temporales”. (Carta a Luis Massignon, 1 Abril 1916). Carlos de Foucauld no hace una reflexión teológica sobre la “presencialidad” de Jesús resucitado en los pobres y pequeños, pero es evidente que no tiene ninguna duda de la permanencia de Jesús vivo en ellos, y de que esto le conmueve. Por una parte, percibe, ve a Jesús resucitado en los últimos. Por otra parte, recibe la llamada a acercar a ese Jesús vivo a todos, como se intuye de esta otra afirmación suya: “Poder llevar una vida muy contemplativa, haciéndome todo a todos, para dar Jesús a todos” (Junio 1902, conclusión del retiro). Es decir, quiere ver a Jesús vivo en los pobres, y quiere que otros vean a ese Jesús vivo, a través de él, de su testimonio.

No me resisto a traer a la memoria uno de los textos evangélicos más conocidos sobre la presencia de Jesús resucitado: los discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-34). En una lectura libre de la vida de Carlos de Foucauld, a la luz de este evangelio de los discípulos de Emaús, podríamos decir que, cuando Carlos estaba, aparentemente, de “vuelta” de todo, el Dios vivo le sale al encuentro para decirle que sigue estando ahí, en medio de las decepciones y caídas. Ese Dios vivo ya se había hecho presente, de algún modo, en la fuerte experiencia religiosa de los musulmanes. El Dios de vivos y de la vida se sirve de distintos momentos y personas para salir a nuestro encuentro y hacerse compañero de camino. Pero es en aquella iglesia, en aquella conversación y confesión con el padre Huvelín, a la que siguió la recepción del Cuerpo de Cristo, cuando “se le abren los ojos” al hermano Carlos y puede hacer una relectura de su vida desde la fe. No podemos dejar de escuchar, de nuevo, su recuerdo de aquel momento al convertirse, es decir, al descubrir unos ojos nuevos: “Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir para él. Mi vocación religiosa data de la misma hora de mi fe. ¡Dios es tan grande! Hay tanta diferencia entre Dios y todo aquello que no lo es”. Su camino, a partir de ese momento, lo conocemos. El Dios vivo que ve e intuye en ese momento inicial, en breve va a orientarlo y encarnarlo en Jesús de Nazaret, y Jesús en Nazaret. Podríamos decir que su Emaús le lanza a Nazaret. Su Experiencia del viviente la traslada a la cotidianeidad, a la vida oculta, a la vida sencilla y normal. Y tal como hemos recordado en la primera parte de esta presentación, va a tener muy presente a este Jesús vivo en la Eucaristía y en los pobres.

También para nosotros, como para CdF, esta Pascua puede ser una ocasión para redescubrir nuestro “Emaús en Nazaret”. Es decir, Jesús resucitado sigue haciéndose presente en nuestra vida cotidiana y en la vida sencilla de la gente con la que nos encontramos habitualmente. En lo sencillo del día a día, y en los sencillos y pobres de cada día, podemos intuir la presencia suave del resucitado. O podemos ser nosotros, en nuestro Nazaret, instrumento sencillo de Jesús resucitado para hacerse presente y acercar su vida nueva a los demás.

Aquilino MARTÍNEZ

Feliz Navidad

La Familia espiritual de Carlos de Foucauld en España les desea una Feliz Navidad..                                                                     


“El pueblo que andaba en tinieblas,

vio una luz grande.

Porque nos ha nacido un niño, un hijo se nos ha dado”

(Isaías 9, 1-5)


La Familia Espiritual de Carlos de Foucauld en España les desea:

¡FELIZ NAVIDAD!

 
El cielo baja a la tierra (Hta. Chiara de Jesús)

Meditaciones del hermano Carlos sobre la Navidad

El texto está tomado de las “Obras espirituales”.

Jesús elige a sus adoradores él mismo …
Atrae a los pastores hacia él con la voz de los ángeles, que primero quieren verlos alrededor, después de María y José. Para los padres eligió a dos trabajadores pobres; para los primeros adoradores, elige pastores pobres … Siempre la misma abyección, siempre el mismo amor a la pobreza y al pobre. Jesús no rechaza a los ricos, murió por ellos, los llama a todos, los ama, pero se niega a compartir sus riquezas y es el primero en llamar a los pobres. ¡Qué divinamente bueno eres, Dios mío! Si hubieras sido el primero en llamar a los ricos, los pobres no se habrían atrevido a acercarse a Ti, se habrían creído obligados a permanecer al margen por su pobreza. Te habrían observado desde lejos, dejando que los ricos te rodearan. Pero al llamar primero a los pastores, llamaste a todos a ti.
 
Todos: los pobres, porque con esto les demuestras, hasta el fin de los siglos, que son los primeros llamados, los favoritos, los privilegiados; los ricos, porque por un lado no son tímidos y por el otro depende de ellos hacerse pobres como pastores. En un minuto, si quieren, si tienen el deseo de ser como Tú, si temen que sus riquezas los alejen de Ti, pueden volverse perfectamente pobres. 
 
¡Qué tan bueno es Dios! ¿Cómo eligió el medio correcto para llamar a todos sus hijos a su alrededor a la vez, sin excepción? Y qué bálsamo has puesto en el corazón de los pobres, los pequeños, los despreciados por el mundo hasta el fin de los siglos, mostrándoles ya desde tu nacimiento que son tus privilegiados, tus favoritos, los primeros llamados: los que siempre llamas. a Ti que quisiste ser uno de ellos y estar rodeado de ellos desde tu cuna y durante toda tu vida.

 

Encuentro de la familia en Ávila: manifiesto final

Reunida la Familia Espiritual de Carlos de Foucauld en Ávila del 8 al 11 de diciembre de 2022 para tratar el tema anunciado, hemos tomado conciencia de las cosas que están emergiendo en nuestro mundo actual. Como creyentes queremos situarnos en el mundo, desde el mundo y para el mundo, sabiendo que existen desigualdades, descartes, desordenes ecológicos y un gran individualismo.

Ante los aspectos negativos de la realidad, nos sentimos llamados a ser personas de esperanza, que asume la vulnerabilidad y nace de las cenizas en contra del optimismo ingenuo, sabiendo que que no hay salvación fuera de la comunidad.

Sentimos que la Palabra de Dios y el testimonio de Carlos de Foucauld nos invita a cultivar una mirada samaritana ante la realidad, sabiendo que en el camino hay curvas. caídas e indecisiones, pero queremos abrir puertas donde hay muros, tendiendo puentes de diálogo, convivencia y amistad. Descubrimos y nos gozamos en ese mundo nuevo que está brotando y tratamos de verlo con la mirada de Dios, que vio que era bueno y nos invita a colaborar con él.

Ante las sombras de este mundo, nos comprometemos a trabajar desde nuestra fragilidad, a caminar con los últimos, y a cultivar la interioridad y la oración. Así descubriremos las bondades de este mundo que está surgiendo y avanzaremos en una vida más encarnada; "lo que hacéis a uno de estos pequeños a mí me lo hacéis" (Mt 25, 40)

Damos gracias por este encuentro tan esperado, por el testimonio de los que nos precedieron, por la convivencia, por las aportaciones de tantas personas y por el trabajo realizado.

En este año de la canonización de Carlos de Foucauld pedimos al Señor que nos ayude a seguir sus pasos con esperanza para la vida del mundo.


 

Carlos de Foucauld, el adviento y la visitación

Al principio del adviento celebramos la memoria del hermano Carlos de Foucauld, un hombre profundamente sensible y un buscador infatigable.

Carlos de Foucauld en sus años de juventud fue un muchacho ambicioso; audaz explorador de Marruecos, donde quedó hondamente impactado por la fe de sus pobladores. Un joven brillante que, por sus grandes aportes geográficos y etnográficos, fue reconocido con la medalla de oro por parte de la Sociedad de Geografía de París.

Si nos tomamos la osadía de definir su vida, podríamos afirmar que se trata de una búsqueda constante del Amado de su alma, aún antes de conocerle ya le amaba en lo más íntimo de su ser, aún antes de poderlo nombrar ya se sentía atraído por la indecible belleza de su presencia, aún antes de conscientemente saberlo ya lo buscaba una y otra vez; buscaba a Aquel que en su más profundo centro lo habitaba calladamente. Él mismo nos cuenta que su vocación religiosa nació al mismo tiempo de su conversión.

El gran regalo espiritual del Hermano Carlos de Jesús, como a él le gustaba ser llamado, fue la simplicidad de su vida. La gracia que tenía de volver lo ordinario en algo extraordinario por amor, de anhelar con paz la más oscura de las abyecciones, de abrazar con serenidad el polvo de los días grises donde no hay brillo, ni color, ni aplausos ni reflectores: la vida oculta de Nazaret, al mero estilo de Jesús. Una vida inútil para los pragmáticos criterios mundanales, una vida muda para los ruidos estridentes de una sociedad de consumo, una vida pequeña e insignificante para los grandes políticos hambrientos de fama, una vida pobre y miserable para los mezquinos empresarios que dominan al mundo.

Carlos de Foucauld nos enseña a atravesar el desierto de la vida haciendo el bien, amando el sol de las más calurosas jornadas y la arenosa sequedad de los días áridos. Nos enseña que el desierto no sólo es el lugar de la tentación sino también el lugar del encuentro enamorado, de las noches estrelladas y la brillante luna que no deja nunca de acompañarnos. Nos enseña a despojarnos de las banalidades que tanto nos pesan y a sabernos detener reverentemente ante lo simple, lo pequeño y lo pobre, y desde ahí, dejarnos iluminar en nuestros días más oscuros.

El pasaje del Evangelio al que vuelve a menudo es el de la Visitación. Le gusta contemplar esta escena: María, en cuanto ha recibido a Jesús en ella, va a llevarlo a casa de su prima Isabel, y Jesús, aún en el seno de su madre, bendice a Juan Bautista antes de su nacimiento.

 La visitación
Pintura de Carlos de Foucauld
 
El hermano universal, como lo llama el Papa Francisco al final de su encíclica Fratelli Tutti, nos invita en este tiempo de adviento a tejer fraternidad y sororidad en medio de la contrastante diferencia y diversidad de personas. Nos invita a no perder la esperanza y abrazar este histórico desierto que nos ha tocado atravesar en medio de pandemias, guerras y crisis. Nos invita a no perder la paciencia y buscar siempre la comunión con todos y, si algún hilo se enreda, volverlo a desenredar e hilar fino, muy fino.
 
Oración de Carlos de Foucauld en el adviento:

¡Veinte días todavía! El Tiempo se acerca…
Pero aunque ese día esperado será dichoso, ¡cuán dulce es ya el presente!
Estás ahí, Dios mío, oculto en el seno de María,
estás ahí en esta casita, adorado por Ella y por José y los ángeles.
Llévame con Ellos, mi Señor.

Señor mío y Dios mío, cuando estoy en tu Santuario,
al pie del Tabernáculo, ¿no estás tan cerca de mí
como lo estuviste de san José durante el Adviento?
Cuando Te das a mí en la Santa Comunión,
¿no estás tan cerca de mí, tan en mí, como lo estuviste en la Santa Virgen?

Dios mío, qué feliz soy, qué feliz soy.
Pero Señor, Te lo suplico, conviérteme,
haz que sea, al pie del Tabernáculo, en la Santa Comunión,
lo que deba ser; que deje de estar indiferente, adormecido ante tu Altar,
que ya no reciba tibiamente tu Cuerpo divino.

Conviérteme, conviérteme, Señor mío, ¡Te lo pido en tu Nombre!
Recuérdame que prometiste conceder todo lo que Te pidamos
en tu Nombre y dar el buen espíritu a quien lo pida.

Dios mío, dame el buen espíritu, tu Espíritu, y hazme pasar este Adviento
y todos los días de mi vida de manera que te glorifique tanto como pueda;
tanto como me sea posible, tanto como sea tu Voluntad para mí,
no tanto como es posible para la Santísima Virgen o san José,
tanto como sea tu Voluntad para mí, tanto como sea posible
con las Gracias que Tú me das;

Llévame con tus santos Padres tan amorosamente,
humildemente, inundado y perdido de admiración, de contemplación,
de amor, a Tus pies y durante este Adviento y siempre.

Y esto que Te pido para mí,
Te lo pido para todas las personas,
y sobre todo para aquellos por quienes debo rezar especialmente,
en Ti, por Ti y para Ti.

Amén.