Un grupito de la familia de Carlos de Foucauld estuvimos reunidos en la
parroquia San Stanislao de Madrid, invitada por África de la fraternidad
Carlos de Foucauld y el párroco Luis, un verdadero hermano que no
acogió con ternura, invitándonos a seguir cada vez más las huellas de
Carlos de Foucauld. Carlos murió solo, como un grano de trigo, en tierra argelina y nosotros nos reconocemos como su familia, apasionados
como él por el bien amado Señor Jesús y queriendo vivir el apostolado
de la bondad, sobre todo con los que sufren el aislamiento, la pobreza, el paro etc.. Mientras que estuvimos celebrando la misa con la gente de la
parroquia, recordando al hermano Carlos, nos acordábamos de la
gente sin techo... ¡Eso fue una llamada más para vivir el Evangelio con
toda nuestra vida, ahí donde estamos!
"Muchas gracias a todas y a todos por acogernos en vuestra parroquia.
Muchas gracias porque hoy
es un día un poco particular para nosotras y nosotros.
Hoy, recordamos y
celebramos la beatificación y la muerte de Carlos de Foucauld que
murió asesinado en Argelia, en Tamanrasset, el primero de diciembre de
1916. Una muerte anónima en tiempos de
guerra, como tantos hombres y mujeres en el siglo XX.
Carlos, un enamorado de
Dios, de Jesús y de los hombres, inspira hoy en el mundo la vida de
muchos laicos, religiosos y sacerdotes...
Fue rebelde, explorador,
soldado, peregrino, monje, ermitaño,...
Existen muchos escritos que
relatan la vida de Carlos de Foucauld, pero, hoy voy a intentar
deciros en algunas palabras lo que ha marcado las grandes etapas de su vida y lo que todavía hoy, hace de él un hermano universal con
quien podemos caminar.
- El
no tuvo una infancia fácil. Fue
huérfano de madre y de padre a la edad de 6 años. Después conoció
una juventud movida, desarraigada. Aparte de perder la práctica
religiosa, poco a poco va a perder el sentido de la vida... Vivió
años de fiesta, buena vida, hasta el aburrimiento...
En este sentido, Carlos
está cerca de muchos jóvenes de nuestra sociedad que buscan un
sentido a su vida.
- Pero a pesar de todo,
probablemente lo que le ha salvado es:
- el
amor que ha recibido de su abuelo materno
con quien vivió después de la muerte de sus padres.
- la
Fe, la amistad, la confianza y correspondencia
que mantuvo con su prima María
- También el
descubrimiento de la fe de los musulmanes
durante una misión con el ejército francés en Argelia en 1880, pero sobre todo durante su
viaje como explorador topógrafo a Marruecos:
A través de ellos, descubrió
hombres que vivían en continua presencia de Dios.
- Desde ese
descubrimiento su oración era: "Dios mio, si existís, haced
que yo os conozca", hasta el día de su conversión en octubre de 1886.
Este día va al encuentro del padre Huvelin que le pide confesarse y comulgar. En ese momento toda su
vida se le ilumina a Carlos, haciendo la experiencia infinita de Dios.
- Otra gran etapa
que marca su vida fue el encuentro con
los Tuaregs. Particularmente en el
año 1908. Vivió una experiencia de abandono
y confianza extrema. Se puso enfermo, casi a punto de morir...
pero ellos lo curaron con lo poco que tenían: leche de cabra y cariño. Esa experiencia fue para él como su secunda
conversión.
Carlos fue un
hombre de relación, de amistad, de gran deseo. Un hombre de su tiempo. Su vida: una vida de búsqueda, apasionada,
marcada por momentos de alegría... y también de noches obscuras.
Siempre soñaba tener hermanos con quien vivir en fraternidad,
pero durante su vida no pudo realizarlo...
Pero encima de
todo, Carlos fue un hombre enraizado en
el corazón de Jesús. En la trapa, en
Nazaret, y sobre todo en Beni-Abbès y en Tamanrasset,
pasaba largas horas en adoración Eucarística, solo, delante el
Señor. Vive con Jesús un dialogo permanente de amigo a amigo.
Él quería imitar,
vivir la vida escondida de Jesús de Nazaret, ese humilde obrero. Y
cada vez más su devoción eucarística se vio volcada y unificada en
la caridad.
Poco a poco se
hace hermano universal. Su deseo: llegar al corazón de la gente más
aislada. A aquellos que no conocían a
Jesús quería llevar Su Amor.
El papa Francisco nos
dice:
"Prefiero una iglesia accidentada, herida, y manchada por salir a la calle, antes que una iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades.... Si algo debe inquietarnos sanamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida".