Itinerarios de Discipulado

Ponencia de Dolores Aleixandre en el Encuentro Interfamiliar de 2.019 en Cájar (Granada).                                                               

"¿Es que también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" (Jn 9, 27). La pregunta se la dirige el ciego de nacimiento a los fariseos y, despojada de la ironía y la intención polémica que le da su contexto, puede convertirse en un interrogante para cada uno de nosotros. ¿Estamos dispuestos a adentrarnos en el largo proceso de convertirnos en discípulos de Jesús?

La decisión nunca partirá de nosotros: "Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo atrae" (Jn 6,44). Los relatos bíblicos nos lo recuerdan siempre que ser llamado por el Señor no es nunca fruto de una conquista o término de una búsqueda: es un encuentro sorpresivo, inesperado e inmerecido.

Jesús propone a los que llama entrar en una relación privilegiada con él. El “veníos conmigo”, que inaugura el discipulado, los invita a quedar “asociados” a su manera de ser, de hablar y de actuar y participar con él en una tarea común. “Haré de vosotros pescadores de hombres...” La llamada incluye la promesa de un cambio de identidad, individualiza y personaliza de un modo irrepetible e inconfundible y da un sentido completamente nuevo al propio nombre: "Tú eres Simón..., tú te llamarás Pedro..."

El proceso de convertirse en discípulo inaugura un nuevo juego relacional entre Maestro y el discípulo que nos alcanza en el corazón mismo de nuestra autonomía y de nuestra consistencia personal, en nuestra vida relacional o profesional. Se hace presente en las circunstancias concretas en las que estamos, encerrados muchas veces en nuestros temores, defensas, ideologías, pero sin que eso suponga un obstáculo absoluto para que él siga ejerciendo en nosotros su atracción y conduciendo nuestro intermitente itinerario. Junto a él "nos vamos haciendo discípulos", marcados por una nueva identidad definida por la referencia al Padre y al Reino. Entramos en un largo camino en el que los "cómos" quedan fuera de nuestro control y en el que se trata de estar atentos a las señales de pista: cada una lleva a la siguiente, sin saber el término definitivo. Más que un conocimiento del futuro es una correspondencia amorosa vivida en el día a día.

El proceso de hacerse discípulo nos adentra en la experiencia de que, más allá de lo frágil de nuestra decisión de seguirle, contamos siempre con la fuerza del que nos atrae incansablemente hacia su Padre y su Reino.

El Evangelio señala algunos rasgos de ese discipulado:

Ir “detrás de” Jesús.

 


Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: "Veníos detrás de mí y os haré pescadores de hombres. Ellos dejaron inmediatamente las redes y lo siguieron". (Mc 1 16-17)

“Estar con” Jesús


Subió después al monte, llamó a los que quiso y se acercaron a él. Designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles, para estar con él y para enviarlos predicar con poder de expulsar a los demonios. (Mc 3, 13-15)

Caminar “con él”
 


"Vámonos de aquí a las aldeas vecinas para predicar también allí pues para eso he venido…" (Mc 1,38)

Estar “alrededor de Jesús”


Cuando quedó a solas, los que estaban alrededor de él y los doce le preguntaron sobre las parábolas. Jesús les dijo: "A vosotros se os ha comunicado el misterio del reino de Dios, pero a los de fuera todo les resulta enigmático". (Mc 4,11)

Formar parte de su familia

 

"Estos son mi madre y mis hermanos. El que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre". (Mc 3, 34)

Ser “de los suyos”


Lo vio de nuevo la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: "Este es uno de ellos". Pedro lo volvió a negar. Poco después también los presentes decían a Pedro: "No hay duda. Tú eres uno de ellos, pues eres galileo". (Mc 14,69)

Tocar a Jesús


Una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años y que había gastado en médicos todo lo que tenía sin haber podido ser curada por ninguno, se acercó por detrás, tocó la orla de su manto, y en el acto cesó la hemorragia. (Lc 5, 44-45)

Ser tocado por Jesús
 


Un sábado estaba Jesús enseñando en una sinagoga y había allí una mujer, que desde hacía dieciocho años estaba poseída por un espíritu que le producía una enfermedad; estaba encorvada y no podía enderezarse del todo. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, quedas libre de tu enfermedad". Le impuso las manos, y en el acto se enderezó y se puso a alabar a Dios (Lc 13,10-13)

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, y él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles. (Mc 1, 32-35)

Se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme". Jesús, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: "Quiero, queda limpio". Y al punto s ele pasó la lepra y quedó curado (Mc 1, 40-41)

Sentarse a los pies de Jesús

 

Según iban de camino, Jesús entró en una aldea, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía Marta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.(Lc 10,38-39)

“Tener parte” con Jesús


 
Pedro insistió: "Jamás permitiré que me laves los pies". Entonces Jesús le respondió: "Si no te lavo los pies, no tienes parte conmigo". Simón Pedro dijo: "Señor, no sólo los pies; lávame también las manos y la cabeza". (Jn 13,8-9)

Reclinarse en el pecho de Jesús


Uno de ellos, el discípulo al que Jesús tanto quería, estaba recostado a la mesa sobre el pecho de Jesús. Simón Pedro te hizo señas para que le preguntase a quién se refería. El discípulo que estaba recostado sobre el pecho de Jesús le preguntó: "Señor, ¿quién es?" (Jn 13, 23-24)

Jesús en el centro

Aquel mismo día, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:"La paz esté con vosotros". Y les mostró las manos, y el costado. Los discípulos, se llenaron de alegría al ver al Señor. (Jn 20, 19-20)

Meter la mano en su costado

Jesús dijo a Tomás: "Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado: Y no seas incrédulo, sino creyente". Tomás contestó: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn 20,27-28) 

** Las ilustraciones son pinturas de Berna López y Julia  Stankovh