Ponencia de Marc Hayet en el Encuentro Interfamiliar que se celebró en Ávila (España) para conmemorar el Centenario.
Con
Carlos de Foucauld, al encuentro del otro
Quizás hay que comenzar recordando una cosa que todos conocemos, pero que es necesario insistir, porque todavía circula, en ciertos medios, una idea preconcebida sobre Carlos de Foucauld: Carlos no fue al desierto para responder a la “llamada del silencio” (1), para ser ermitaño perdido en la inmensidad del desierto del Sahara. ¡No! Carlos fue al Sahara para encontrarse con la gente que allí vivía y vivir con ellos. A menudo asociamos su nombre a paisajes del desierto de extraordinaria belleza, que sin duda le gustaron, pero no fue la razón para ir a vivir allí, la razón profunda fue por la gente que allí vivía.
Y es en este sentido, que quizás pueda decirnos algo hoy, a nosotros que no vivimos en el desierto, sino en medio de nuestras ciudades y pueblos.
(Advierto que voy a hacer un montón de citas de Carlos, espero que no sea demasiado pesado, pero me interesa darle la palabra a él.)
Y es en este sentido, que quizás pueda decirnos algo hoy, a nosotros que no vivimos en el desierto, sino en medio de nuestras ciudades y pueblos.
(Advierto que voy a hacer un montón de citas de Carlos, espero que no sea demasiado pesado, pero me interesa darle la palabra a él.)
1.- Caminar sin miedo en el mundo. Yendo al encuentro del más lejano y diferente.
La verdad que es sorprendente el camino que Dios ha hecho recorrer a Carlos después de su conversión: en su deseo de seguir a Jesús de Nazaret, que le ha fascinado, va ir pasando de la vida más separada del mundo (la vida de un monje encerrado tras los muros de un claustro trapense y luego la vida de ermitaño en la cabaña de un jardín de las Clarisas de Nazaret) a una vida inserta en un medio completamente diferente al suyo – los tuaregs de Argelia – por los que se deja acoger. Quería vivir para Jesús, Dios le hará descubrir que para vivir para Jesús, es necesario ir donde Jesús ha estado: en el mundo y, más concretamente, cerca de aquellos que estaban más alejados, más abandonados, aquellos que no presentan interés ninguno (“¿De Nazaret, puede salir algo bueno?”). E ir ¿para qué? Para llevarles un mensaje evangélico: ¡Dios ama a todos!
Lo expresa en una carta que escribe a Monseñor Caron:
“Soy un viejo pecador que, la víspera de su conversión –hace casi veinte años- fue atraído, irresistiblemente, por Jesús para vivir su vida oculta en Nazaret (…). Sacerdote por libre de la diócesis de Viviers, mis últimos retiros de diaconado y sacerdocio me ayudaron a entender que esta vida de Nazaret, mi vocación, debía de vivirla no en Tierra Santa, tan amada, sino entre las almas más enfermas, las ovejas más perdidas, las más abandonadas: ese divino banquete, del que yo era ministro, había que ofrecerlo no a los hermanos, a los parientes, a los vecinos ricos, sino a los más cojos, más ciegos, a los más pobres, a las almas más abandonadas, a aquellos que tienen menos sacerdotes. En mi juventud recorrí Argelia y Marruecos […] Ningún pueblo me parecía más abandonado que estos. He solicitado y obtenido del Reverendo Prefecto Apostólico de Sahara, el permiso para establecerme en el Sahara argelino y para llevar, en la soledad, en la clausura y el silencio, en el trabajo manual y la santa pobreza, solo o con algunos sacerdotes o laicos, hermanos en Jesús (…) una vida tan semejante como fuera posible a la vida oculta del bien amado Jesús en Nazaret.” (2)
Salir de mis zonas de vida confortables, donde vivo seguro con mis referencias (“la Tierra Santa, tan amada”) para ir a encontrar a quien está más lejos y llevarle lo que pueda tener de mejor.
Toda su vida, reflexionando sobre Nazaret, irá profundizando esta intuición. Nos dejará otro gran texto muy conocido sobre Nazaret: nada de hábito especial, como Jesús en Nazaret; no separado del pueblo sino cercano; una casa sencilla, sin grandes posesiones de tierra, incluso sin grandes limosnas, como Jesús en Nazaret:
“Tu vida de Nazaret puede vivirse en cualquier lugar: vívela en el lugar que sea más útil para el prójimo.” (3)
Así, de repente, esta misión de llevar el evangelio fuera, a los más alejados, se ensancha: no únicamente a los “países de misión”, sino a todos los lugares, allí donde estamos, allí donde la gente está alejada del evangelio, allí donde vivimos, en nuestra sociedad actual.
Y lo que encuentro interesante, es que Carlos realiza, poco a poco, que esta misión es una misión de todos los bautizados; no solamente, ni tan siquiera en primer lugar, de los sacerdotes, sino ante todo una misión de todo fiel bautizado. Llega, incluso a decir que el bautizado “ordinario” está mejor equipado que el sacerdote. Hay muchos textos, especialmente al final de su vida, en los que habla de Priscila y Aquila, dos laicos de los que San Pablo habla en sus cartas y que fueron sus cercanos colaboradores. Como ejemplo este texto, extraído de una carta dirigida a Joseph Hours, laico de Lyon y del que volveremos a hablar:
“Tal como usted lo dice, los mundos eclesiásticos y laicos se ignoran tanto que el primero no puede dar al otro. Es cierto que al lado de los sacerdotes, hace falta gente como Priscila y Aquila, que puedan ver a aquellos que el sacerdote no ve, penetrando donde no puede penetrar, yendo hacia los que le huyen, evangelizando por un contacto bienhechor, una bondad desbordante con todos, una afección siempre dispuesta a darse, un buen ejemplo que atraiga a los que dan la espalda a los sacerdotes y les son hostiles.” (4)
O a Monseñor Caron, cuando le habla de la Asociación que Carlos desea crear:
“No es únicamente a través de dones materiales, que podemos trabajar por la conversión de los infieles; sería más bien a través del establecimiento entre ellos, como agricultores, colonos, comerciantes, artesanos, propietarios de tierras, etc, de excelentes cristianos de toda condición, destinados a ser un apoyo precioso para los misioneros, atrayendo a los infieles a la fe, por la bondad, el contacto, y destinados a ser como el núcleo al que se podrían ir agregando, uno a uno, a medida de que se fueran convirtiendo.” (5)
Interesante, en este último texto, la idea de que los laicos cristianos son el núcleo de base que irá constituyendo la Iglesia.
Por lo tanto el primer punto: una misión de todos los bautizados a volverse, con decisión, hacia aquellos que están lejos, para llevarles un mensaje de amor, allí donde estén (no solamente lejos, sino también aquí, en nuestros barrios).
2.- Mirar el mundo no como el lugar de todos los peligros, sino como el lugar en el que se puede encontrar a Dios.
Es otro de los desafíos que Carlos encontró: Desde el momento de su conversión, quiso vivir en la intimidad de su “bien amado Hermano y Señor Jesús”. Por eso fue a la Trapa y de la Trapa a la soledad de Nazaret y de allí a Beni Abbés con, en esta nueva etapa, el sacerdocio y la misión de llevar el banquete a los más abandonados. Pero en Beni Abbés, el deseo de ser hermano de todos y la puerta, permanentemente, abierta, no facilita vivir en una intimidad silenciosa, incluso si todavía habla de clausura. ¿Cómo hacer?
Durante la marcha de reconocimiento de los Tuaregs, que realiza en 1904, se irá aclarando esta intuición. Ya conocéis el texto. Camina buscando posibles lugares donde pudiera instalarse; un día, encuentra un lugar que podría ser apropiado, entre rocas y al pie de un acantilado. Pero ¿dónde instalarse? ¿abajo, con el “inconveniente de estar cerca de los hombres y expuesto a muchas visitas”? o ¿en lo alto del acantilado “con la ventaja de estar lejos de los hombres y del ruido y allí tener la soledad con Dios”? Pide al Señor que le ayude a tomar una decisión. La respuesta es luminosa y esclarecedora:
“Hoy y en el futuro, si te es posible, establéceme en el primer lugar [abajo], entre esas rocas que se parecen tanto a las de Belén y a las de Nazaret, donde podrás encontrar a la vez, la perfección de mi imitación y la de la caridad; para recogerte, es el amor quien te debe recoger en mí, interiormente, y no la lejanía de mis hijos: Veme en ellos, y como yo en Nazaret, vive en su cercanía, perdido en Dios.” (6)
Dicho de otra manera, no es el lugar donde vivo el que “molesta” mi relación con Dios; lo que puede entorpecer es la manera en que estoy en ese lugar: Si mi presencia es una presencia amante, estaré con Dios, con tanta certeza, como la que tendré estando en la iglesia o en la capilla: el recogimiento es fruto del amor.
“Veme en ellos; y como yo en Nazaret, vive en su cercanía, perdido en Dios”
Magnífica manera de expresar la vida cristiana en el mundo. Invitación a estar en el mundo sin miedo, porque allí nos espera Dios: “¡En ellos me verás!” ¡qué fuerte!. Claro que no es Dios a quien veo, veo al otro y debo mirarle por él mismo; pero mirándole con amor, encuentro a Dios porque Dios está con él.
Invitación, también, a hacer de cada acontecimiento, de cada encuentro, una oración, un encuentro con Dios, un “guiño hacia el cielo”. Seguro que transformará nuestras vidas y nos hará “orar sin cesar”. (7)
Carlos volverá a menudo sobre la idea de que el amor de Dios y el amor a los hombres crecen juntos:
“No tenemos más que un corazón, el mismo corazón con el que amamos a Dios es el mismo con el que amamos a los hombres: si nuestro corazón se enardece, se inflama, se enternece en la práctica del amor al prójimo, de igual modo, se irá volviendo más cálido y tierno para amar a Dios.” (8)
3.- A la escucha de un Dios que me habla: dejarme tocar y zarandear en el encuentro con el otro.
Si Dios está presente en medio del mundo, y si yo quiero unirme a Él a partir de mi vida en el mundo, hará falta que yo escuche lo que Él me dice, precisamente a través de la vida del mundo, la vida de la gente. Esto me parece que es, también, una característica del camino de Carlos de Foucauld: vivir en el mundo con los ojos bien abiertos y dejarme zarandear por la vida del mundo que bulle en torno a mí.
En Carlos es algo que hay que subrayar. Cuando está en la Trapa y que comienza a plantearse muchas preguntas, nos dice que una de las cosas que más le hicieron ir cambiando, fue la de ir a rezar a casa de una familia pobre:
“Hace unos ocho días, me enviaron a rezar un poco, a casa de un pobre indígena católico, fallecido en la aldea vecina: ¡Qué diferencia entre esta casa y nuestras habitaciones! ¡Suspiro por estar en Nazaret…!” (9)
O bien, las reflexiones sobre el hecho de que su monasterio fuera protegido, mientras los cristianos de los alrededores estaban siendo masacrados:
“Es muy doloroso, estar en tan buenas relaciones, con los que cortan el cuello de nuestros hermanos. Más nos valdría sufrir con ellos que estar protegidos por los perseguidores… Es una vergüenza para Europa: hubiera podido impedir estos horrores y no lo ha hecho. Es verdad que el mundo no ha conocido lo que aquí está pasando. El gobierno turco ha comprado a la prensa, ha dado sumas enormes de dinero a ciertos periódicos, para no publicar más que las noticias que le pudieran interesar. Pero los gobiernos, gracias a las embajadas y consulados, saben toda la verdad.” (10)
O simplemente, su experiencia de trabajo en la Trapa:
“Nuestro principal trabajo, es el trabajo en los campos: (…) Antes de ayer terminó la cosecha. Es el trabajo de los campesinos, trabajo, […] más duro de lo que se cree cuando no se ha hecho nunca, te hace sentir compasión por los pobres, sentir una gran caridad por los obreros, los trabajadores. ¡Qué bien se valora el precios de un pedazo de pan, cuando se sabe cuánto cuesta ganarlo!” (11)
Más tarde en Nazaret, se dará cuenta de lo bien que es tratado, en comparación a otros familiares del monasterio que no son tan bien tratados. Se siente incómodo e incluso piensa en abandonar el monasterio:
“La Madre Abadesa tiene, siempre, un comportamiento muy bueno conmigo, tanto que no sabe qué inventar para ser siempre delicadamente agradable; igual que toda la comunidad… Pero esta actitud, incluso, me molesta; ¿Por qué?: yo no quiero ser ingrato; pero tampoco quiero ser halagador, porque es un papel indigno; Ya que si la Reverenda Madre, tiene hacia mí gestos de gran bondad (…) no le impide ser bastante dura, bastante fría y estricta con los otros que valen mucho más que yo y que, en cualquier caso, son todos miembros de Jesús (…) A veces se producen faltas de caridad, incluso de justicia que me sitúan en una posición falsa, sobre todo que evitan de hablarme de estas situaciones –saben o adivinan lo que diría – e intentan ocultármelas… Y después, cuando me invitan al locutorio y me rodean de delicadas atenciones, me siento muy molesto… Me resulta odioso ser tan bien tratado por una persona que, un instante antes o después, trata tan mal a Jesús (…) Necesitaría poder hablar francamente y reprender con franqueza: pero no podría hacerlo sin perjudicar a los que me confían sus penas, (…) y, entonces, para no ser halagador ni cómplice, pienso más de una vez que me debería de ir y aprovechar para ir a un lugar donde, realmente, sea un desconocido.” (12)
Es interesante observar que dejándose afectar por las situación de los pobres (los cristianos de la región de Akbés, o la gente maltratada por las hermanas y que le confían sus penas, lo que quiere decir que está atento y les escucha…) Carlos se deja mover e interpelar, dispuesto, a la luz de esas interpelaciones, a poner en cuestión la manera de vivir su llamada: los acontecimientos, son para él, como la voz de Dios. Será, más tarde, la misma dinámica cuando, por ejemplo, Carlos enfermo será salvado por los Tuaregs, y los cambios que se producirán en él, gracias a este compartir real y verdadero.
Me parece que es un mensaje actual para todos nosotros: escuchar a Dios que nos habla en el compartir la vida de la gente, con aquellos con los que vivo: el mundo, mi barrio, la escalera de mi bloque, mi familia etc. Caminar con el otro, en particular el pequeño, dejarme tocar por su sufrimiento, escuchando lo que Dios quiere decirme a través de su vida; todo esto puede llevarme a cambiar y reorientar mi vida…
4.- Anunciar el Evangelio, a través, de una actitud de diálogo: “el apostolado de la bondad”
Estar en el mundo, ok, aquí estamos; ver la presencia de Dios, ok, lo intentamos; escuchar lo que Dios nos dice, a través, de los otros, de acuerdo, se hace lo que se puede. Pero nosotros, como cristianos en el mundo de hoy ¿no tenemos algo que aportar, un mensaje a transmitir?
Por supuesto, anunciar el Evangelio, fue una preocupación constante para Carlos, pero es interesante de ver, que al final de su vida, tiene una concepción muy particular de este anuncio. Podríamos decir que, para él, anunciar el evangelio, es entrar en diálogo con el otro, y el diálogo no es, de entrada, aportar mis argumentos para “vender mi mercancía”, si puedo hablar así; si no respetar al otro en su camino, escuchar lo que tiene para decirme…
Es la última etapa de los descubrimientos de Carlos de Foucauld. En el ambiente de los Tuaregs musulmanes, con su diferencia cultural y religiosa, toma conciencia que las palabras del evangelio “no dicen nada” y que, por lo tanto, si se quiere anunciar el mensaje de Jesús, hay que hacerlo a través de la vida: allí donde las palabras del evangelio no pueden ser comprendidas, tendrá que ser una vida según el Evangelio la que deberá hablar del Evangelio. ¡Pienso que es muy actual como situación y como respuesta!... Y todo bautizado, según Carlos, puede (y debe) vivirlo: sacerdotes, laicos, religiosos:
“Harían falta buenos y numerosos sacerdotes, no para predicar (se les recibiría como recibirían en los pueblos bretones, a turcos que vinieran a predicar a Mahoma […]), sino para tomar contacto, para hacerse amar, inspirar estima, confianza, amistad, realizar acercamientos entre la populación y ellos, desbrozar la tierra antes de sembrar; seguidamente harían falta buenos cristianos y cristianas laicos, para realizar el mismo papel, realizar un contacto más estrecho todavía, entrar donde el sacerdote no puede entrar (sobre todo en medio musulmán); dar ejemplo de virtudes cristianas, mostrar la vida cristiana, la familia cristiana, el espíritu cristiano; harían falta, después, buenas religiosas, con o sin hábito religioso, curando los enfermos, educando los niños, muy mezcladas con la población, dispersas a dos o tres, allí donde haya un sacerdote y algunos cristianos … Durante mucho tiempo no buscar convertir, sino amar, ser bueno, virtuoso, crear una relación estrecha con la gente…” (13).
Antes de labrar y sembrar la tierra, es un “trabajo de desbrozar” que está basado en ir creando contactos, relaciones estrechas. Cada bautizado, allí donde viva, es responsable del evangelio, “misionero aislado”, “vanguardia”. Por muy lejos que vaya, a los lugares donde el Evangelio no es conocido, está encargado de una misión. Lugares que están, a veces, “demasiado lejos” para que las palabras del Evangelio puedan tener sentido; pero nunca están “demasiado lejos” para que el corazón del Evangelio no pueda batir en estos lugares. Lo llamará el “apostolado de la bondad” (14)
En una carta que escribe a Joseph Hours (laico de Lyon a quien escribe en numerosas ocasiones) Carlos lo explica con mucha claridad:
“Todo cristiano debe ser apóstol: no es un consejo, es un mandamiento, el mandamiento de la caridad.
Ser apóstol […] ¿por qué medios? Los mejores, teniendo en cuenta a quién se dirigen: con todos aquellos con los que se relacionan, sin exceptuar a nadie, por la bondad, la ternura, la afección fraterna, el ejemplo de la virtud, por la humildad y la dulzura siempre atrayentes y tan cristianas: con algunos sin decirles, jamás, una palabra sobre Dios ni sobre la religión, teniendo paciencia como Dios la tiene, siendo bueno como Dios es bueno, amando, siendo un hermano tierno y rezando; con otros hablando de Dios, en la medida que puedan entenderlo; cuando deseen conocer la verdad por el estudio de la religión, poniéndolos en relación con un sacerdote, bien escogido, y que sea capaz de hacerles bien… Sobre todo ver en todo ser humano un hermano “vosotros sois todos hermanos, tenéis un único padre que está en el cielo” Ver en todo ser humano un hijo de Dios, una alma rescatada por la sangre de JESÚS, una alma amada de JESÚS, una alma que debemos amar como a nosotros mismos, y que debemos trabajar a su salvación” (15)
“Ser apóstol sin jamás hablar de Dios” ¡interesante! Tener paciencia, respetar al otro en sus convicciones, caminar juntos compartiendo valores comunes (lo que Carlos expresa: “hablar de Dios en la medida que puedan entenderlo”, dirá también “a partir de la religión natural”, de los grandes valores humanos) caminar al paso del otro y ante todo amar. El diálogo es, de entrada, el dialogo del amor ofrecido: “sobre todo ver en cada humano, un hermano”. Antes de que pueda hablar de Dios, la gente esperará ver mi comportamiento. Antes de que pueda hablar de Dios, la gente esperará que les escuche hablarme de ellos mismos.
He hablado de diálogo, es una palabra que no hace parte del vocabulario de Carlos de Foucauld, no ha elaborado una teoría del diálogo, pero si se pueden observar en él ciertas actitudes, que son para él, las actitudes de diálogo. Voy a destacar 4 o 5 puntos:
4.1 “Rechazar todo espíritu de conquista”, de proselitismo
Lo encontramos en la misma carta escrita a Joseph Hours:
“Rechazar, y alejar de nosotros, el espíritu de conquista. (16) ‘Yo os envío como corderos en medio de lobos’ dice JESÚS… Qué lejos está la manera de hacer y de hablar que era las de JESUS, qué lejos está del espíritu militante de los que nos son cristianos o malos cristianos y que ven enemigos que hay que combatir, en lugar de ver hermanos enfermos que hay que curar, heridos en el camino de los que hay que ser buenos Samaritanos (…) No ser conquistador de nadie: JESÚS nos ha enseñado a ir ‘como corderos en medio de los lobos’, no a hablar con acritud, rudeza, ni injuriar ni tomar las armas.”
“Rechazar todo espíritu de conquista”, no quiere decir: no comprometerse. Quiere decir rechazar el querer convencer a cualquier precio, rechazar entrar en batallas de ideas ásperamente defendidas (con acritud, con rudeza, injuriando, tomando las armas); quiere decir intentar comprender al otro, lo que puede ser un obstáculo en él, lo que le hace “enfermo, herido” como dice Carlos.
4.2 Reconocer el valor del otro, su parte de verdad.
Es una segunda actitud en el diálogo. La encontramos en las reflexiones sobre los musulmanes y sobre el Islam, porque es el medio en el que vive; es, como es fácil de comprender, una cuestión que nos interesa y que tiene una gran actualidad en nuestros países. Sin duda, lo que dice del Islam es válido para muchas otras situaciones.
“El islam es extremadamente seductor: sentí una gran seducción. Pero la religión católica es la verdadera: se puede probar fácilmente. Por lo tanto las otras son falsas. Así pues, allí donde hay un error, hay siempre males (aunque las verdades que puedan subsistir en medio de los errores son un bien, y continúan a ser capaces de producir grandes y verdaderos bienes, que es lo que sucede con el Islam)” (17)
“¿Es extraño que los Musulmanes se hagan falsas ideas de nuestra religión, cuando, entre nosotros, la mayoría tenemos ideas fantásticas de sus creencias?...(…) Usted ha dibujado de manera admirable, esta extrema simplicidad de costumbres, que es tan hermosa, esa gran decencia… No puedo evitar decirlo, he sido muy edificado por su libro y he encontrado una multitud de ejemplos para imitar, e incluido el suyo…” (18)
Hay varias cosas interesantes, en estos extractos de las dos cartas dirigidas a su amigo Henry de Castries que le acaba de enviar un libro que ha escrito sobre el Islam: de entrada esta idea de que hay una parte de verdad en el Islam y que por lo tanto, es normal que el musulmán sea fiel a esta verdad; luego esta certeza de que la verdad, se encuentre donde se encuentre, produce frutos buenos.
Interesante, también, señalar que entre estas dos cartas, hay un mes de separación: durante este mes Carlos ha leído el libro de Henry de Castries: se ha dejado influenciar por las ideas de su amigo y ha cambiado su mirada… Admite que él, también, tenía prejuicios (“ideas fantásticas sobre sus creencias”) y llega, hasta el punto de decir, que hay ejemplos que se deben imitar en los musulmanes y de los que de Castries habla…
Ideas que sorprenden para la época de Carlos, adelantadas para su tiempo. (Ideas que, en Carlos, han ido evolucionando a medida de que iba conociendo a la gente: a veces evolucionando en una mayor comprensión y estima, a veces dando marcha atrás…)
Actitud fundamental del diálogo: creer que el otro es sincero y busca con sinceridad con la iluminación de la que dispone, no dudar de su buena fe, no dudar de su capacidad de abrirse. Y enriquecerme de sus valores.
4.3 Entrar en una relación de reciprocidad: la historia de Taghaïchat
“Cuando sucedió la masacre de la misión Flatters, una mujer tuareg de familia noble, tuvo un comportamiento extraordinario; oponiéndose a que se matara a los heridos, acogiéndolos y cuidándolos en su casa [mejor dicho en su tienda de nómada], impidiendo la entrada a Attissi, (…) que quería acabarlos él mismo y, una vez curados, haciendo que fueran repatriados a Trípoli. Tiene, ahora, de 40 a 43 años, mujer muy influyente y reconocida por su caridad.
Esta alma ¿no estaría preparada para el Evangelio? No habría que escribirle, para decirle simplemente, que la caridad que siempre practicó y con la que recogió, curó, defendió, repatrió a los heridos de la misión francesa, hace 22 años, todos la conocemos y nos llenan de gozo y de agradecimiento a Dios… Dios nos ha dicho: “El primer mandamiento de la religión es amar a Dios con todo el corazón. El segundo es amar a todos los humanos sin excepción, como a sí mismo”. Dios nos dijo también: “Vosotros sois todos hermanos, tenéis un mismo Padre, Dios”; y “El bien o el mal que hagáis a los hombres, lo hacéis, también, a Dios”. Admirados, y dando gracias a Dios, por verla practicar la caridad con los hombres, que es el segundo mandamiento, siendo el primero el amor a Dios, le escribimos esta carta para decirle, que entre los cristianos (todos los que) oirán hablar de usted, la bendecirán, alabarán a Dios por sus virtudes y Le rezarán para que le sean derramadas todas las gracias en este mundo y le sea concedida la gloria en el cielo… Le escribimos, también, para pedirle con insistencia de orar por nosotros, con la certeza de que Dios, que ha puesto en su corazón una tan grande voluntad de amar y de servirle, escucha las plegarias que usted le dirige, le suplicamos de rezar por todos nosotros y por todos los hombres, para que todos, con toda nuestra alma, le amemos y Le obedezcamos. A Él la gloria, la bendición, honor, alabanza, ahora y por siempre. Amén.” (19)
¡No es tan evidente, reconocer de verdad y profundamente, el bien que el otro es capaz de hacer, decirle que aprecio ese bien realizado y que doy gracias a Dios. No es tan normal, para un sacerdote católico (hace 100 años) de pedir a una mujer, musulmana, de rezar por él, con la certeza de que Dios escuchará sus oraciones!
Aunque me repita, quiero insistir: en el contexto en el que vive Carlos, se trata de musulmanes, y nos hace parte de sus reacciones. Pero esta actitud de diálogo que es capaz de reconocer el bien que el otro es capaz de hacer; actitud que sabe y es capaz de pedir ayuda; esta actitud es válida, también hoy, en mis relaciones con la vecina de escalera, con el joven apoyado en el muro de mi barrio, a condición de que sea capaz de entrar en contacto con ellos.
Carlos, en sus propios escritos, nos lo confirma: sobre todo en Beni Abbés y Tamanrasset ha pasado mucho tiempo de charla con la gente y ha ido creando relaciones:
“Tengo aquí, al menos, cuatro “amigos”, con los que puedo contar plenamente. ¿Cómo se han apegado a mí? De la misma forma cómo creamos relaciones entre nosotros. Yo no les he hecho nunca un regalo, pero han podido comprender que en mí tenían un amigo, que sentía afecto por ellos, que podían confiar en mí. Y yo he sentido lo mismo de su parte. (…) Hay otros a los que amo, que estimo y con los que puedo contar para muchas cosas. Pero a esos cuatro, puedo pedirles cualquier consejo, información, servicio y estoy seguro que lo harán con todo el corazón” (20)
Es interesante observar, que esta relación, dice Carlos, implica saber pedir informaciones, servicios o incluso consejos a sus amigos: una verdadera relación de reciprocidad.
Todavía podemos añadir otro punto característico, según Carlos de Foucauld, de esta manera de estar presentes en el mundo, como portadores del Evangelio a nuestro mundo de hoy, de esta manera de concebir el diálogo:
4.4 La última palabra pertenece a Dios
Es otra manera de decir “rechazar todo espíritu de conquista” En el fondo, ¡solo Dios sabe el final! Lo fundamental, en este tiempo presente, es que cada uno haga su camino con generosidad, como buenamente sepa, con la luz del Espíritu que trabaja en cualquier corazón humano.
El Dr. Dhautheville, contó el contenido de una conversación que tuvo con Carlos:
“Un día, me invitó a cenar con el sargento de caballería Teissère, que había venido para trabajar en el fuerte Motylinski. Durante la comida pregunté al Padre: - -“Cree usted, que un día los tuaregs se convertirán y que obtendrá los resultados que compensen sus sacrificios?
- Mi querido Doctor, contestó, estoy aquí no para convertir a los tuaregs, sino para intentar comprenderles y mejorarlos. Además, deseo que los tuaregs tengan un lugar en el paraíso; estoy convencido que, el buen Dios, acogerá en el cielo a aquellos que fueron buenos y honestos, sin que tengan necesidad de ser católicos romanos. Usted es protestante, Teissère incrédulo, los tuaregs musulmanes, estoy persuadido que Dios, si nos lo merecemos, nos acogerá a todos, y yo busco mejorar a los tuaregs para que merezcan el paraíso.” (21)
No, no es relativismo: es confiar en el trabajo que el Espíritu realiza en el corazón de cada persona; es hacer confianza al hombre y creer que es capaz de una respuesta libre y recta si es fiel a la luz que ha recibido (“mejorarlos” es, precisamente esto: ayudarlos a dar lo mejor de sí mismos y a desarrollarlo). Es, sobre todo, reafirmar que “Dios quiere que todos los hombre se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Cf. La oración de Carlos: “haz que todos los humanos vayan al cielo”.
Es muy interesante ver que, al final de su vida, Carlos insiste, a menudo, en esta actitud de confianza al trabajo del Espíritu en el corazón de todas las personas. En sus últimos años, trabajó mucho para organizar una asociación (La unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús) abierta a todos los cristianos: sacerdotes, laicos, célibes, casados, religiosos, religiosas y que tendría un triple objetivo:
- Integrar el evangelio en su propia vida y vivir en consecuencia.
- Amar la Eucaristía, sacramento de la vida entregada y vivir en consecuencia.
- Trabajar para hacer conocer el Evangelio a los que están lejos.
5.- Vivir el evangelio de la ternura:
Un último punto (bueno, si es que os queda todavía, un poco de paciencia): para mí, es un punto esencial del mensaje de Carlos, que va junto a lo que Carlos llamó “el apostolado de la bondad”, y que yo llamaría “el evangelio de la ternura”.
Nuestro mundo hoy, es – y todos lo sabemos – bastante duro: mundo de competición, y ¡desgraciado aquel que sea pequeño, débil! En nuestros barrios, estamos rodeados de gente que viven una profunda soledad (aunque estén todo el día enganchados al móvil); gente que ha fracasado en la escuela, profesionalmente, gente que no tienen confianza en sí mismos, que se desvalorizan porque siempre han sido desvalorizados, que viven con dificultad sus límites…
Una de las intuiciones que Carlos de Foucauld nos ofrece es que nuestra manera de estar en el mundo es la de portadores de ternura.
Más leo textos de Carlos, más descubro que el lenguaje de la ternura ocupa un gran lugar en el vocabulario de Carlos: “Tierno; ternura; afecto” son palabras muy corrientes en su pluma. (“Te abrazo como te amo” es una conclusión frecuente en sus cartas).
Por ejemplo, en la famosa carta a Joseph Hours de la que hemos hablado:
“Hacerse todo en todos, para darles a JESÚS, teniendo con todos bondad y afecto fraterno, echando una mano en todo lo posible, establecer contactos afectuosos, siendo un hermano tierno para todos, para llevar, poco a poco, las almas a JESÚS, practicando la dulzura de JESÚS.”
Lo que es interesante, es que encontramos esta actitud desde el principio hasta el final de su vida: por ejemplo, esta meditación en Nazaret, sobre el evangelio de la resurrección de la hija de Jairo:
“Seamos, extremadamente, delicados en nuestra caridad… Tengamos una tierna delicadeza que va a hasta los detalles y que sabe, por pequeños gestos, poner bálsamo en los corazones: “Dadle de comer”, dice Jesús. Atentos, también nosotros, a los que están cerca de nosotros con pequeños detalles… aliviemos a través de pequeñas atenciones; tengamos, con aquellos que Dios pone a nuestro lado, tiernas, delicadas, pequeñas atenciones como tendrían entre ellos hermanos muy tiernos y madres muy tiernas con sus pequeños…” (22)
Una ternura que va hasta los detalles. No eran solo palabras para Carlos. Las ha puesto en práctica. Es sorprendente leer las cartas, que escribió a los soldados heridos en el ataque El Moungar (Taghit) cerca de Beni Abbés en 1903; pasó tres semanas con los heridos y continuó, después, una relación por carta con algunos de ellos. Sorprende ver cómo con hombres, y además legionarios, se expresa de una manera tan afectiva (siendo él, antiguo militar, no tiene los “clichés” que nosotros podemos tener de los legionarios “rudos, insensibles”; sabe que esos hombres heridos tienen un corazón, piensan en sus familias que están en Francia… tienen necesidad de gestos y expresiones de afecto). El capitán, jefe del puesto en ese momento, testimoniará hasta qué punto esta delicadez, quedará grabada en el corazón de esos soldados.
Y también, recordamos lo que dijeron los tuaregs después de su muerte: “¡No nos hacía esperar, jamás!” O incluso los consejos que daba a los oficiales, para recibir a la gente: poner bancos, recibir a la gente haciéndoles sentar, como detalle de respeto y de atención: una atención que va hasta los detalles.
Esta idea de la ternura como camino de comunicación, e incluso como medio de evangelización, la encontramos al final de su vida:
“Siempre hay cosas que podemos hacer a través del ejemplo, la bondad, la oración, estableciendo relaciones más estrechas con las almas tibias o alejadas de la fe, para llevarles poco a poco, a fuerza de paciencia, de dulzura, de bondad, influenciados por la virtud más que por los consejos, a una vida más cristiana o a la fe; estableciendo relaciones de amistad con aquellos que son contrarios a la religión, para– a través de la bondad y la virtud – hacer caer las actitudes de prevención y llevarlos, inclusive, a Dios…Hay que extender las relaciones con los buenos cristianos para poder sostenernos en el Amor ardiente de Dios, y con los no practicantes, buscando a tener con ellos no relaciones mundanas, sino relaciones de afecto cordial, llevándolos a tener, por nosotros, estima y confianza, y, por este camino, a reconciliarse con nuestra fe.” (23)
Yo creo, que todos hemos hecho la experiencia del poder de la ternura, para ayudar a las personas a abrirse, sobre todo cuando encontramos personas heridas; espero, también, que todos hayamos hecho la experiencia de la ternura recibida de los otros y que nos ha dado vida.
Si recapitulo lo que he intentado decir, diría que lo que encuentro central en el mensaje de Carlos de Foucauld y lo que lo hace actual es:
Un mensaje, resueltamente volcado hacia el mundo, con una mirada positiva, que nos descentra de nosotros mismos para llevar el evangelio del amor, en particular, a los más frágiles y a los más alejados.
Vivir el mensaje del amor a través de una actitud de diálogo verdadero. Dialogar quiere decir:
Vivir el Evangelio de la ternura con todos y sobre todo con los más pequeños y vulnerables, los olvidados.
- “Rechazar todo espíritu de conquista”, hacer camino con el otro con paciencia
- Reconocer la parte de verdad fecunda que cada uno lleva consigo
- Entrar en una relación de reciprocidad en la que acepto recibir del otro
- Confianza en que Dios habla al corazón y que el hombre es capaz de responder
- En este conjunto de actitudes, hacer “hablar” al Evangelio: es la vida evangélica la que mejor habla del Evangelio
Me parece que nos puede ayudar a elaborar un magnífico retrato, del cristiano en nuestro mundo, y cuyo resumen podría ser esta frase de Carlos:
Imagino, que escuchándome, os he hecho recordar a alguien. Hice, una vez, un trabajo donde ponía en paralelo, los temas que aquí he evocado con algunos textos del papa Francisco. ¡Ojo! No para decir que el papa Francisco es “de Foucauld” (¡ya ha sido jesuita, ahora lo encontramos franciscano, no vamos a añadirle, además Foucauld¡).
Pero es verdad que es llamativa la proximidad: quizás simplemente porque Francisco, como Carlos, beben de la fuente fresca del evangelio.
Si me permitís, me gustaría para terminar, ilustrar todo lo que os he dicho, con una historia concreta y que yo he vivido. Seguro que cada uno de vosotros ha vivido, también, historias similares: son fruto de esta manera de estar en el mundo, dejándonos guiar por el evangelio, tal y como Carlos de Foucauld nos lo ha transmitido. Recogemos sus frutos maravillados. Modestamente.
En mi último trabajo, trabajaba en una empresa de limpieza en un supermercado. Estábamos tres hombres encargados de la limpieza. En el supermercado había muchos jóvenes en prácticas, enviados por sus escuelas para aprender el oficio. A menudo, son jóvenes árabes, y, habitualmente, no muy bien mirados. Yo tenía la costumbre de preguntarles su nombre. Me sorprendió ver, que esta pequeña cosa tan insignificante, era tan importante: cuando al día siguiente, al volver al trabajo, dices: “Hola Jamal” o “hola Kader”, te sorprende la cantidad de veces que te dicen, con alegría y sorpresa en los ojos, “¡Ah, te acuerdas cómo me llamo!”. Luego, eran ellos los que venían a saludarme, aunque no lo hicieran con los demás…
Esta anécdota, me ha hecho pensar mucho y comprender, más profundamente, las palabras de Jesús: “¡El pastor conoce a sus ovejas y las llama, cada una, por su nombre y ellas le siguen!” A qué profundidad de lo humano, a qué secreta espera de salvación, hacía alusión, Jesús, con esta simple frase.
Pero lo interesante para mí, es que esta historia tienen una continuación: mi jefe era un musulmán practicante, un hombre abierto y curioso: siempre habíamos hablado mucho de religión, de política, de justicia etc. Y con mucha libertad y amistad, a menudo ha comentado mi forma de actuar. Un día me preguntó:
- “¿Por qué haces eso con los jóvenes?”
- “Bueno, porque estamos juntos en el trabajo y hay que ser un poco humano ¿no? Es lo normal..”.
Pero me dijo:
- ¡No! Lo haces porque eres creyente.
Me gustó mucho que me hiciera ver que una actitud humana es, también, una actitud básica del creyente. Pude, entonces, explicarle lo que había descubierto del amor de Dios, a partir de la frase de la oveja perdida. Me llegó al corazón, cuando meses después, en el momento de mi jubilación, recordando esta pequeña historia me dijo:
- “Te voy a echar en falta: estar contigo me ha hecho profundizar mi propio Islam: hay, en vosotros, una dimensión de humanidad, que no tenemos”
Y yo le agradecí por su ayuda para releer mi vida a la luz de la fe.
Y todo, porque estuvimos juntos más e una año, con la escoba en la mano. Nada de más ordinario; nada de más extraordinario.
“Sobre todo, mira a todo ser humano, como un hermano”
* * * *
Imagino, que escuchándome, os he hecho recordar a alguien. Hice, una vez, un trabajo donde ponía en paralelo, los temas que aquí he evocado con algunos textos del papa Francisco. ¡Ojo! No para decir que el papa Francisco es “de Foucauld” (¡ya ha sido jesuita, ahora lo encontramos franciscano, no vamos a añadirle, además Foucauld¡).
Pero es verdad que es llamativa la proximidad: quizás simplemente porque Francisco, como Carlos, beben de la fuente fresca del evangelio.
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Si me permitís, me gustaría para terminar, ilustrar todo lo que os he dicho, con una historia concreta y que yo he vivido. Seguro que cada uno de vosotros ha vivido, también, historias similares: son fruto de esta manera de estar en el mundo, dejándonos guiar por el evangelio, tal y como Carlos de Foucauld nos lo ha transmitido. Recogemos sus frutos maravillados. Modestamente.
En mi último trabajo, trabajaba en una empresa de limpieza en un supermercado. Estábamos tres hombres encargados de la limpieza. En el supermercado había muchos jóvenes en prácticas, enviados por sus escuelas para aprender el oficio. A menudo, son jóvenes árabes, y, habitualmente, no muy bien mirados. Yo tenía la costumbre de preguntarles su nombre. Me sorprendió ver, que esta pequeña cosa tan insignificante, era tan importante: cuando al día siguiente, al volver al trabajo, dices: “Hola Jamal” o “hola Kader”, te sorprende la cantidad de veces que te dicen, con alegría y sorpresa en los ojos, “¡Ah, te acuerdas cómo me llamo!”. Luego, eran ellos los que venían a saludarme, aunque no lo hicieran con los demás…
Esta anécdota, me ha hecho pensar mucho y comprender, más profundamente, las palabras de Jesús: “¡El pastor conoce a sus ovejas y las llama, cada una, por su nombre y ellas le siguen!” A qué profundidad de lo humano, a qué secreta espera de salvación, hacía alusión, Jesús, con esta simple frase.
Pero lo interesante para mí, es que esta historia tienen una continuación: mi jefe era un musulmán practicante, un hombre abierto y curioso: siempre habíamos hablado mucho de religión, de política, de justicia etc. Y con mucha libertad y amistad, a menudo ha comentado mi forma de actuar. Un día me preguntó:
- “¿Por qué haces eso con los jóvenes?”
- “Bueno, porque estamos juntos en el trabajo y hay que ser un poco humano ¿no? Es lo normal..”.
Pero me dijo:
- ¡No! Lo haces porque eres creyente.
Me gustó mucho que me hiciera ver que una actitud humana es, también, una actitud básica del creyente. Pude, entonces, explicarle lo que había descubierto del amor de Dios, a partir de la frase de la oveja perdida. Me llegó al corazón, cuando meses después, en el momento de mi jubilación, recordando esta pequeña historia me dijo:
- “Te voy a echar en falta: estar contigo me ha hecho profundizar mi propio Islam: hay, en vosotros, una dimensión de humanidad, que no tenemos”
Y yo le agradecí por su ayuda para releer mi vida a la luz de la fe.
Y todo, porque estuvimos juntos más e una año, con la escoba en la mano. Nada de más ordinario; nada de más extraordinario.
Marc Hayet (Hermano de Jesús)
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En anexo, he aquí la carta de Carlos a Joseph Hours, que he mencionado varias veces.
Asekrem (Ahaggar)
por In Salah via Biskra - Ouargla,
3 de mayo 1912
Estimado Señor:
He recibido su carta en la que me habla sobre la necesidad que hay en todas partes, tanto en Francia como en los países de misión, de que la obra eclesiástica se vea reforzada por una labor laica, lo cual es verdad –pienso en ello desde hace mucho tiempo… Tal como decís, los mundos eclesiástico y laico se ignoran de tal manera que el primero no puede llegar al otro.
Es cierto que al lado de los sacerdotes, hacen falta Priscilas y Aquilas, viendo lo que el sacerdote no ve, penetrando donde él no puede penetrar, yendo hacia aquellos que les huyen, evangelizando por un contacto benevolente, con una bondad desbordante hacia todos, un afecto siempre dispuesto a darse, un buen ejemplo atrayendo a aquellos que le dan la espalda al sacerdote y le son hostiles por prejuicios.
Me parece que el mal es muy profundo. Faltan las virtudes fundamentales o son demasiado débiles las virtudes fundamentales básicas cristianas: la caridad, la humildad, la dulzura. Son débiles y mal entendidas.
La caridad, que es lo más profundo de la religión («el 1er deber es amar a Dios, el 2º parecido al primero es amar al prójimo como a sí mismo»), obliga a todo cristiano a amar al prójimo, es decir a todo ser humano como a sí mismo y consecuentemente a hacer de la salvación del prójimo lo mismo que con nuestra propia salvación, el gran asunto de nuestra vida. Todo cristiano debe ser apóstol: no es un consejo, es un mandamiento, el mandamiento de la caridad.
– Ser apóstol, ¿con qué medios? Con los que Dios pone a nuestra disposición: los sacerdotes tienen sus superiores que les dicen lo que deben hacer… -Los laicos deben ser apóstoles con todos los que les rodean: sus seres más cercanos y sus amigos primero, pero no sólo con ellos, la caridad no tiene nada de estrecho, ella abraza a todos los que abraza el CORAZÓN DE JESÚS. -¿con qué medios? Con los mejores, teniendo en cuenta a aquellos a quien se dirigen: con todos aquellos con quien se está en relación sin excepción, por la bondad, la ternura, el afecto fraterno, el ejemplo de la virtud, por la humildad y la dulzura siempre atrayentes y tan cristianas: con algunos sin decirles nunca una palabra sobre Dios ni la religión, siendo pacientes como Dios es paciente, siendo buenos como Dios es bueno, amando, siendo un tierno hermano y rezando; con otros hablando de Dios en la medida que lo puedan entender; en cuanto les venga a el pensamiento la búsqueda de la verdad por el estudio de la religión, poniéndoles en relación con un sacerdote bien elegido y capaz de hacerles bien… Sobre todo viendo en todo humano a un hermano –“sois todos hermanos, tenéis un solo padre que está en el cielo” ver en todo humano a un hijo de Dios, un alma rescatada por la sangre de JESÚS, un alma amada por JESÚS, un alma que debemos amar como a nosotros mismos y en cuya salvación debemos trabajar –apartar de nosotros el espíritu militante. “Os envío como corderos en medio de lobos”, dice JESÚS… Qué lejos están la manera de hacer y de hablar de JESÚS y espíritu militante de los que no son cristianos o son malos cristianos que ven enemigos a combatir, en lugar de ver a hermanos enfermos a los que hay que cuidar, heridos tendidos en el camino con quienes hay que ser buenos Samaritanos.
Me parece que los padres en su hogar, los sacerdotes en el catecismo y en la instrucción, todos los que tienen la misión de educar a los niños y a los jóvenes tendrían que inculcarles desde su más tierna infancia estas verdades:
– todo cristiano debe ser apóstol, es un deber estricto de la caridad.
– todo cristiano debe mirar a todo ser humano como a un hermano bien amado; si es un pecador, enemigo de Dios, es un hermano enfermo, muy enfermo ; hay que tener con él una piedad profunda y unos cuidados fraternos como hacia un hermano insensato… Los no cristianos pueden ser enemigos de un cristiano: un cristiano debe ser siempre el amigo tierno de todo ser humano; debe tener por todo ser humano los sentimientos del CORAZÓN DE JESÚS.
– ser caritativo, dulce, humilde con todos los hombres: es lo que hemos aprendido de JESÚS.
– No imponerse a nadie: JESÚS nos enseñó a ir «como corderos en medio de lobos», no para hablar con acritud, con rudeza, con injurias, a tomar las armas.
– “Hacerse uno con todos para dárselos todos a JESÚS”, teniendo con todos bondad y un afecto fraterno, prestando todos los servicios posibles, teniendo un contacto afectuoso, siendo un hermano tierno con todos, para llevar poco a poco las almas a JESÚS practicando la dulzura de JESÚS.
– Leer y releer sin cesar los Santos Evangelios para tener siempre presentes los hechos, las palabras, los pensamientos de JESÚS, a fin de pensar, hablar, obrar como JESÚS, de seguir los ejemplos y las enseñanzas de JESÚS, y no los ejemplos y las maneras de hacer del mundo en el cual recaemos tan fácilmente en cuanto nos apartamos de los ojos del modelo divino.
He aquí el remedio, según me parece; -la aplicación es difícil porque toca a cosas fundamentales, a las cosas interiores del alma y siendo una necesidad universal.
Pero la dificultad no es para detenernos; cuanto más grande, más hay que ponerse sin dilación a ello y ponerse a trabajar con todas nuestras fuerzas.
Dios ayuda siempre a los que le sirven. Dios no nos falta nunca; ¡es el hombre el que le falta tan a menudo a Dios!
Aunque no tengamos éxito, no hay que trabajar con menos ardor, porque trabajando así no hacemos más que obedecer a Dios y cumplir su Voluntad bien conocida.
Gracias por el recuerdo de Mlle. Suzanne Perret que reza por nosotros en el cielo después de haberlo hecho en la tierra.
Me habláis de viejos amigos, de antiguos compañeros de armas… desde hace 22 años en que dejé el mundo, no conozco más que algunos parientes cercanos o amigos íntimos, en número muy limitado, cuya muerte ha hecho poner en claro su rango.
El correo es seguro, sobre todo siendo certificado. Tarda una media de 45 días. Es la única cosa segura; los paquetes postales tardan 6 meses o más y a veces no llegan. Qué bueno sois al ofrecerme libros; en este momento no tengo ninguna necesidad urgente; si necesitara urgentemente algún libro, me aprovecharía con mucho gusto de la propuesta que me hacéis tan afectuosamente.
Tened a bien presentar a M. el Abbé Crozier mis humildes respetos cuando tengáis ocasión de verle, y dignaos creer en el profundo, religioso afecto de vuestro humilde servidor en el CORAZÓN DE JESÚS.
hno. Ch. de JCarta a Joseph Hours
1 « L’appel du silence” (La llamada del silencio) es el título de la primera película que se hizo en Francia, en 1936, sobre Carlos de Foucauld, película de Léon Poirier,.(Los subrayados son de Carlos de Foucauld)
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2 Carta a Monseñor Caron, Beni Abbés, 8/4/1905
3 Cuaderno de Tamanrasset, 22/07/1905
4 Carta a Joseph Hours, Assekrem, 3/5/1912
5 Carta a Monseñor Caron, Argel, 11/3/1909
6 Es interesante ver, cómo Carlos anota: “Establéceme” y no “Establécete tú” Al instalarse Carlos en un lugar, instala, también a Jesús en ese lugar… Cuaderno de Tamanrasset: a Tit, 26/5/1904
7 El otro día estaba en el metro y delante de mí, había un hombre que andaba con mucha dificultad, titubeándose; yo lo vi y pensé, con amabilidad: “Pobre hombre, no se encuentra muy bien”; incluso, supongo, que recé por él. Una mujer que me seguía se acercó al hombre, lo tomó por el brazo y le ayudó a sentarse en un banco. Después se alejó hasta el andén para esperar el metro; pero volvió y sacó de su bolso dos yogures, que seguramente tenía para la pausa del mediodía; les entregó al señor, que los devoró con ganas. Allí comprendí que había visto al Buen Samaritano y que me había hablado del levita, del sacerdote, o del buen religioso, enfrascados en sus vidas de consagrados, pasando al lado de su prójimo… Leer el evangelio a la luz de nuestro Nazaret, nos interpela, nos mete tras los pasos de Jesús. Y nos hace amar la vida, esta vida de todos los días que nos habla de Dios.
8 Meditación en Nazaret
9 A Marie de Bondy, Akbés, 10/4/ 1894
10 A Raymond de Blic, Akbés, 3/5/1896
11 Carta a su hermana Mimí, Akbés, 3/7/1891
12 Al Abbé Huvelin, 22/3/1900
13 Carta a Fitz-James (11/12/1912)
14 Expresión que viene del Abbé Huvelin, visitado en Paría en 1909 y que Carlos anota cuidadosamente.
15 Carta a Joseph Hours, Assekrem, 3/5/1912 (Los subrayados son de Carlos)
16 El texto francés dice: “Bannir l’esprit militant” (= alejar de nosotros el espíritu militante). Pero en el francés de hoy, como en español, la palabra “militante” designa una persona dedicada, entregada a la defensa de una causa de justicia, de servicio, etc. Y claro, ¡no se trata de alejar de nosotros esta actitud positiva de entrega! El “espíritu militante” en la forma de hablar de Carlos, es una forma de proselitismo agresivo que quiere imponer ideas por la fuerza.
17 Carta a Henri de Castries, 15/7/1901
18 Carta a Henri de Castries, 14/8/1901
19 Cuaderno de Beni Abbés, 21/06/1903
20 Carta a Garnier, 23/02/1903
21 Citado en: Doctor BONETTE, La obra de los médicos saharianos, colaboradores del Padre de Foucauld en el Hoggar. 1935
22 Meditación sobre Mc 5,35-43, resurrección de la hija de Jairo
23 Carta a Joseph Hours, Tamanrasset 10/2/1914