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Con Carlos de Foucauld el encuentro del otro (9)

Texto mensual para reflexionar sobre el tema del Centenario “Carlos de Foucauld – al encuentro del otro”.....                                                                                      

1º de Agosto de 2016 :




Soy un viejo pecador que desde el día siguiente a su conversión, hace veinte años, fue atraído poderosamente por Jesús para llevar su vida de Nazaret. Desde entonces, me esfuerzo por imitarlo –muy miserablemente, por desgracia-. He pasado varios años en ese querido Nazaret como criado y sacristán del convento de las Clarisas. Sólo dejé ese bendito lugar para recibir, hace cinco años, las Sagradas Órdenes. Como sacerdote libre la diócesis de Viviers, mis últimos retiros ante el diaconado y el sacerdocio me han hecho ver que esta vida de Nazaret, mi vocación, había que llevarla no en mi tan querida Tierra Santa, sino entre las almas más enfermas, las ovejas más abandonadas. Este banquete divino, del que soy ministro, había que ofrecerlo no a los hermanos, a los parientes, a los vecinos ricos, sino a los cojos, a los ciegos, a las almas más abandonadas, por falta de sacerdotes. En mi juventud, yo había recorrido Argelia y Marruecos: en el interior de Marruecos, del tamaño de Francia, con diez millones de habitantes, ni un solo sacerdote; en el Sahara argelino, tan grande como siete u ocho veces Francia, y más poblado de lo que se creía en otro tiempo, una docena de misioneros. Como ningún pueblo me parecía más abandonado que estos, solicité y obtuve del Rvmo. P.Prefecto Apostólico del Sahara el permiso para establecerme en el Sahara argelino, para llevar allí, en soledad, clausura y silencio, con el trabajo de mis manos y en santa pobreza, solo o con algunos sacerdotes o laicos hermanos en Jesús, una vida tan semejante como fuese posible a la vida oculta del amado Jesús en Nazaret. Hace tres años y medio me establecí en Beni-Abbès, en el Sahara argelino, en la frontera misma de Marruecos, intentando, tibia y miserablemente, llevar esa bendita vida de Nazaret. 

(carta al Padre Caron – Beni–Abbès 8 de abril de 1905)