Vivir con alegría la grandeza de ser pequeño

Texto de la ponencia de Antonio Sicilia Velasco en el encuentro interfamiliar de Andalucía y Murcia.                                                   



Encuentro
Interfamiliar
Andalucia-Murcia


Cájar (Granada)
16-17-18 Noviembre
de 2.018




Introducción: 
Video: Tiempo.
1.- El por qué de este tema. Cuando Lina me llamó para invitarme a participar y ayudar en este encuentro, lo acepté con gusto. Al preguntarle qué tema querían que tratáramos me dejó elegirlo a mí y me vino esta idea que, de algún modo, estoy tratando de vivir y que pienso que puede venirnos bien a la mayoría de nosotros, que vamos formando parte de este “club de personas mayores”.

Somos jubilados, pero no retirados. Es una realidad que constatamos cada vez que nos encontramos.
  • Como personas, somos los de siempre, pero ya van cayendo los años sobre nuestras espaldas y vamos formando parte, cada vez más, de esa población clasificada como “pasiva”: tercera edad, mayores, de edad avanzada…. “Segunda mayoría de edad”. Es una realidad y sólo nos cabe preguntarnos ¿cómo lo llevamos?. 
  • Como grupo, fraternidad, familias del Hno. Carlos… también salta a la vista que seguimos siendo muy hermanas-os, nos alegramos mucho de encontrarnos, de caminar juntos, de compartir nuestra fe en Jesús, nuestro camino espiritual iluminados por el carisma de Carlos de Foucauld, nuestras viejas amistades, nuestro estilo de vida y nuestros compromisos por el Reino de Dios desde los pobres… Pero cada día vamos quedando menos. La hermana muerte y la hermana enfermedad, con su gran variedad de limitaciones, nos van dejando en cuadro y la gente nueva que renueve nuestras fraternidades no acaba de llegar y parece que, aunque nos aprecian y valoran mucho como personas, no quieren apuntarse a nuestra banda. No es nada nuevo ni original. 
  • Pero aquí estamos nosotras y nosotros, aquí nos mantenemos, aquí seguimos y aquí nos encontramos tratando de ayudarnos fraternalmente a ser fieles a Jesús y sirviendo al Reino de Dios en tiempos de más bonanza y en tiempos más revueltos. Aquí nos mantenemos agradecidos y urgidos a servir y ofrecer a nuestra iglesia y a nuestra sociedad el camino espiritual que encarnó el Hno. Carlos y que consideramos, muy evangélico y muy válido para que este mundo y esta Iglesia. 
  • Se nos ve contentos, felices, hermanados, con ganas de vivir y de darnos… pero cada vez más mayores. Muchos hemos venido acompañados de Sor Gotera, que, pastillero en ristre, nos recuerda cada día nuestra diabetes, colesterol, hipertensión, artrosis, insuficiencia cardíaca, triglicéridos altos…. Eso no nos quita ni disminuye nuestra fe, nuestras convicciones, nuestra capacidad de amar, servir, crecer y aportar vida hasta donde lleguemos. Pero no somos ciegos, ingenuos ni inconscientes. Parece que vamos a menos en número y a más en limitaciones, en nuestras pobrezas. 
  • Esta realidad que compartimos es la que me sugirió el tema, que tiene mucho que ver con mi experiencia personal y que pensé que, tal vez, podría venirnos bien para compartir en el marco de este encuentro y para ayudarnos a vivir esta etapa de la vida como “etapa de gracia y crecimiento”.
2.- A partir de mi experiencia personal, he formulado unos puntos sencillos para reflexión personal y comunitaria que vienen a ser como tres llamadas para ir trabajándolas cada una y cada uno desde su situación concreta y que pueden ser objeto de encuentros y revisiones de fraternidad:

  1. Vivamos con alegría la grandeza de ser pequeños.
  2. Vivamos con fidelidad la grandeza de “lo pequeño”. 
  3. Vivamos con esperanza la grandeza de “los pequeños”.
Son tres valores muy evangélicos y muy foucauldianos, que venimos profundizando y trabajando ya muchos años, nos hacen vivir agradecidos, caminar en humildad y fraternidad y aportar amor y esperanza a esta sociedad y a esta Iglesia desde nuestro pequeño Nazaret.

3.- Pregunta abierta +¿Qué es la vejez o cómo se ve a los viejos en nuestra sociedad y nuestra cultura?
 
3.1.- Desde un punto de vista biológico, envejecer significa acumulación de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo. Los órganos se cansan, las piernas se vuelven más torpes, la memoria más floja, la mente más débil. No es esa vejez la que queremos, aunque hoy parece inevitable.
 
3.2.- En nuestro entorno cultural, los viejos son una carga y un problema. Los años antes figuraban en el capítulo del haber, ahora se observa una falta de aprecio creciente hacia los mayores en la vida familiar, laboral, social… llegando a considerarse como una verdadera carga. Son las clases pasivas. La directora del FMI señaló la vejez como un problema económico y parece que en Japón el primer ministro llegó a plantear como ir deshaciéndose de los viejos.
  
Ciertamente, sobre la vejez pesa la sentencia de ser un tiempo de regresión y pérdida de facultades a muchos niveles , carente de expectativas y de proyectos y habitada una serie de achaques, nostalgias y un sinfín de preocupaciones y miedos: enfermedad, soledad, deterioro físico o mental, pérdida de autonomía, pensamientos negativos ante la perspectiva de la muerte. Para contrarrestar, hay toda una industria bien montada que nos propone mil y una maneras de mantenernos “ jóvenes”
 
3.3.- En otras culturas, los ancianos son los sabios. Mi experiencia en comunidades indígenas de México y Guatemala es muy diferente. Las ancianos y ancianos de la comunidad son las personas más dignas de respeto y de ser escuchados a la hora de tomar decisiones. Son las sabias y sabios de la comunidad que asesoran a los líderes y encabezan ritos y costumbres que mantienen unida a la comunidad y la conectan con los antepasados. Muchas tradiciones en culturas más antiguas han asimilado la vejez o ancianidad con esa sabiduría de la vida. Los ancianos, vivos y muertos, son un referente para toda la comunidad y escuchar su palabra un deber. Cierto que la sabiduría no depende del número de años, pero es más fácil encontrarla en los viejos que en los jóvenes. No solo de juventud vive el ser humano, sino de esa sabiduría que nace de un corazón que ama la vida y sirve a la comunidad. “Enséñanos a llevar buena cuenta de nuestros años para que adquiramos un corazón sensato” Sal.9,10-12.

Saber envejecer, sin complejos ni disimulos, sería una muestra de esa sabiduría. Es decir: saber que hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para intentar y un tiempo para desistir, un tiempo para hablar y un tiempo para callar, un tiempo para crecer y un tiempo para de-crecer, un tiempo para liderar y un tiempo para dejarse llevar.
  
3.4.- El gran aporte de la fe. Nuestra fe en Jesús de Nazaret es también en estos momentos un poderoso potencial capaz de curar nuestros miedos y temores, ensanchar nuestras estrechas perspectivas y llenar de sentido y de esperanza esta etapa de nuestra vida, llamada a ser tan fecunda como las demás. Una etapa que nos ofrece una gran oportunidad para seguir creciendo, aprendiendo y madurando en nuestro camino personal hacia la vida plena, en comunión con todo, todos y el Todo. Pablo en la carta a los Filipenses 3, 7-14 nos ofrece su testimonio personal y, con ello, nos aporta una luz muy realista y liberadora para vivir esta etapa: “No creo haber conseguido ya la meta ni me considero perfecto, sino que prosigo mi carrera hasta alcanzar a Cristo Jesús, quien me alcanzó primero. No hermanos, yo no pretendo haberlo conseguido todavía. Digo solamente esto: olvidando lo que dejé atrás, me lanzo hacia adelante y corro hacia la meta, con miras al premio para el cual Dios nos llamó desde arriba en Cristo Jesús”.
 
La vida es proceso, todos somos proceso. Formamos parte de un universo, de una naturaleza en permanente cambio. Hasta aquí hemos llegado tras millones de años de lenta evolución de una materia que no cesa de transformarse, de expandirse y de generar nuevas formas de vida, abiertas a un sinfín de nuevas posibilidades. A nivel personal, todos hemos transitando por distintas etapas y, sobre todo, tenemos la experiencia gozosa de haber sido acompañados y trabajados, personal e íntimamente, por el cuidado de un Dios Maternal y Providente a lo largo de nuestra vida. “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo” (Juan 5, 17). La imagen del Dios alfarero es muy elocuente. No trabaja en serie, trabaja sin descanso sobre cada una y cada uno, para dar vida a nuestro barro y lograr esa obra de arte, diseñada con amor infinito y destinada desde toda la eternidad a insertarnos como pieza única e insustituible en el conjunto de la Nueva Creación. Cuando nos esforzamos por ser fieles a nosotros mismos, estamos siendo fieles a la voluntad de Dios. No son dos cosas distintas.
 
En un leguaje más nuestro, podríamos decir que la vejez es el paso por el desierto antes de entrar en la tierra prometida, en la plenitud de la vida a la que estamos llamados. Un desierto en el que vamos adentrándonos poco a poco, dejando atrás seguridades y apoyos, para quedarnos, más y más, “a solas con El Solo” y abrirnos sin estorbos a su amor como nuestra única riqueza. “Es necesario pasar por el desierto y permanecer en él para recibir la gracia de Dios. Es en el desierto donde uno se vacía y se desprende de todo lo que no es Dios y donde se vacía completamente la casita de nuestra al para dejar todo el sitio a Dios solo” n.72.

A.- Vivamos con alegría la grandeza de ser pequeños.
A.1.- El Icono 
El Icono que nos puede servir de referencia es María de Nazaret, la joven que se siente desborda de gozo porque el Poderoso la ha mirado, se ha fijado en su pequeñez y ha hecho grandes maravillas en ella. María canta agradecida su magníficat, reconoce la grandeza del Señor y lo que es capaz de realizar en los pequeños: “derriba a los poderosos de sus tronos y levanta a los humildes; colma de bienes a los hambrientos y despedie vacíos a los ricos”.
 
Jesús valora a los pequeños como los más importantes, se identifica con ellos y los pone como modelo para poder entrar y pertenecer al Reino. El término “pequeño” se aplica fundamentalmente a los niños, pero también en el pasaje del Juicio Final se utiliza el término “pequeños” para referirse a los pobres, los que sufren hambre, sed, enfermedad, cárcel, persecución… con quienes el Rey se identifica. Por eso, él encarna esa predilección del Padre acogiendo, defendiendo y levantando a los últimos, los que no cuentan. Jesús los llama dichosos, porque el Reino les pertenece.
 
Las personas mayores, los que vivimos esta etapa de la vida que en algún sentido nos debilita y “empequeñece”, estamos convocados a considerarnos integrantes de este colectivo de “los pequeños”, a poner nuestro presente y nuestro futuro en las manos del “Dios de los pequeños” y abandonarnos en El con total confianza.

A.2.- Un primer paso: re-conocernos pequeños.
“El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Muchas veces hemos hecho la experiencia de mirar con ojos contemplativos nuestra historia personal y re-conocer con agradecimiento que el Señor estaba ahí, a cada paso, en cada acontecimiento y circunstancia, acompañando, fortaleciendo, conduciéndonos con gran misericordia y ternura. “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman”. Al final, todo lo consideramos gracia, también lo negativo. También esta etapa presente es tiempo de gracia. Ahora es tiempo en que debemos mirar nuestra condición humana con una mirada contemplativa. No somos ángeles. Dios nos habla y se nos hace presente en nuestro hermano cuerpo más desgastado, frágil y vulnerable. Carlos de Foucauld, instalado ya en Tamanrasset sufre una preofunda crisis personal, somática y espiritual. En enero de 1.908 escribe a su prima María de Bondy: “Para ser fiel a la promesa de decirle siempre la verdad, tengo que confesarle que desde hace quince días me encuentro bastante cansado: no enfermo, sino débil, sin apetito y durmiendo bastante mal. Para mí que eso se debe únicamente a un exceso de trabajo y a una fuerte disminución de sueño; el frío, bastante vivo, al que soy sensible, ha reforzado el asunto; desde hace algunos días, jadeo además como un viejo caballo asmático, pero sin dolores y sin estar verdaderamente enfermo ni parado” ... decido pasar aquí la primavera y el verano y no ir a Benni Abbés sino a finales de otoño. Es que he estado bastante enfermo estos días, no sé muy bien de qué: algo de corazón, sin toser, sin ningún dolor en el pecho, el menor movimiento me hacía jadear hasta el punto de casi desmayarme. Durante uno o dos días creí que era el final… Guardo inmovilidad total, reposo absoluto y veo que tengo que suspender todo trabajo durante un mes completo; y luego trabajar con más moderación y sin velar tanto por la noche. Hago todo lo posible por reponerme, creo que es mi deber”.
   
Es tiempo de aceptarnos como somos y como estamos, de querernos y de asumir, sin dramatismo ni autoengaños, nuestras limitaciones, necesidades, nuestros condicionamientos familiares, enfermedades y debilidades, la incipiente o evidente pérdida de facultades, inseguridades y torpezas. Es tiempo de mirarnos como Dios nos mira, con misericordia y ternura, con ese amor capaz de tocarnos con amor y sanar de nuestras heridas. Es tiempo de sentirnos “en buenas manos”.
A.3.- Acoger con alegría la gracia de ser pequeños.
Desde que Jesús sufrió nuestra débil condición humana y, colgado en la cruz de los malditos, puso su vida entera en las manos del Padre, podemos afirmar que el poder de Dios está oculto en nuestra debilidad humana como una semilla que germinará y producirá fruto en la medida de nuestra fe y de nuestro abandono confiado en sus manos. No es sano negar o disimular nuestras debilidades. Es significativo el texto de Pablo en 2 Cor. 12, 7-10: “Para que no me envanezca, me han clavado en las carnes una espina, verdadero delegado de Satanás que me abofetea. Por eso rogué tres veces al Señor, que lo apartara de mí, Y me contestó: ¡te basta mi gracia! La fuerza se realiza en la debilidad. Así que, muy a gusto me gloriaré de mis debilidades, para que se aloje en mi el poder de Cristo. Por eso estoy contento con las debilidades, insolencias, necesidades, persecuciones y angustias por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Es sano, liberador y motivo de alegría para Pablo.
  
Conocemos bien nuestras limitaciones y debilidades, pero, a veces, no sabemos cómo manejarlas y, por eso, muchas veces las disimulamos, la disfrazamos y negamos. Es asumiendo nuestra debilidad, con serenidad y sin amarguras, como aprendemos lo que es capaz de hacer Dios en el corazón de nuestra pequeñez. Es nuestra condición de fragilidad y pequeñez el lugar sagrado en el que la gracia de Dios se hace presente y no deja de sorprendernos.
 
Dios nos necesita y cuenta con nuestra pobreza: “Mirad, hermanos, quienes han sido llamados: entre vosotros no hay muchos sabios humanamente hablando, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; por el contrario, Dios ha elegido los locos del mundo para humillar a los sabios, Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes. Dios ha elegido a la gente sin importancia, a los despreciados del mundo y a los que no valen nada para anular a los que valen algo. Y así nadie podrá gloriarse frente a Dios. Así se cumple lo escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor” (I Cor. 1, 26-31).
   
Dios no nos espera más allá de nuestra debilidad, sino en el interior de nuestra debilidad. Es en este terreno de nuestras limitaciones y pobrezas en el que la gracia de Dios toma posesión de nosotros y no deja de sorprendernos. “No nos acobardamos; porque aunque nuestro exterior va decayendo, lo interior se renueva de día en día” ( 2 Cor. 4,16)
   
Jean Vanier:La fragilidad consigue que despierte lo que hay de más divino en nosotros”. Con frecuencia, sólo la experiencia de debilidad y vulnerabilidad permite que aflore con fuerza nuestra grandeza humana y salga a la luz toda la riqueza interior acumulada tanto en nosotros como en quienes viven a su lado. Llegamos a conocer y experimentar nuestras verdaderas capacidades y nuestra fortaleza cuando nuestra debilidad se hace evidente. (Experiencia de cambio personal profundo en las personas que han superado un cáncer o una grave enfermedad o contrariedad. También del cambio en Alcohólicos Anónimos).
 
Recuerda que eres pequeño” decía Carlos de Foucauld no sé bien dónde ni a quién. Lo aprendió él muy bien a partir de una experiencia límite de pobreza y de vulnerabilidad que él no buscó sino que le vino impuesta por una enfermedad. Necesitó llegar a este estado de debilidad extrema para que sus vecinos le ofrecieran algo y le abordaran desde la igualdad. Fue gran progreso en el compartir. Tuvo que aceptarse a sí mismo, dejar de querer ser un superhombre, volverse más humano, comenzando a dormir lo suficiente y a comer correctamente. Sin duda esta experiencia le ayudó a crecer en esa humildad que impresionaba a los que lo conocieron y le hace ser un referente para nosotros y para la Iglesia de hoy..
B.- Vivamos con fidelidad la grandeza de lo pequeño.
B.1.- El icono 
El icono que nos puede inspirar para crecer y ser fecundos en esta actitud no puede ser otro que Carlos de Foucauld. Nazaret es la palabra clave en el carisma espiritual, es nuestra referencia obligada cuando nos planteamos nuestro seguimiento de Jesús y nuestra forma de hacernos presentes y permanecer de manera activa en la Iglesia y en medio del mundo.
  
La vida de Nazaret puede llevarse en todas partes. Hazlo en el lugar más útil al prójimo”. A.Chatelard: “Esta espiritualidad de Nazaret se puede vivir en cualquier situación”. En esta etapa de nuestra vida se nos ofrece un estilo de vida y un modo de vivir la fe muy adecuado a nuestras circunstancias personales y, por experiencia, sabemos cómo nos está ayudando a ser y vivir nuestra condición de “pequeños”. No vamos a extendernos en este punto que ya tenemos muy trabajado. Se trataría de ir siendo fieles a nuestra llamada y a nuestro camino para gritar con nuestra vida el evangelio en nuestra parcela de la sociedad y de la Iglesia en que nos movemos. Será bueno recordar las palabras de Jesús en Lc.16,10: El que es fiel en lo poco, será fiel en lo mucho” o en la parábola de los talentos: “Porque fuiste fiel en lo poco, te pongo al frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu señor”
B.2.- Pero es un tema de actualidad. 
La agenda latinoamericana del año que viene tiene este tema: “Las Grandes Causas en lo pequeño”. Parece que hay que reconocer que se ha caído en un grave error: Planteándonos los grandes problema globales y buscando respuestas que vayan a la raíz, hemos podido descuidar lo personal, lo concreto, lo pequeño, lo cotidiano, lo cercano

En la página 90 de la Agenda L.A. hay un artículo firmado por Hermana Geraldina, una religiosa dominica, buena amiga y muy comprometida con la causa de los pobres en Guatemala. Ella dice, entre otras cosas esto: “La atención a lo pequeño y a lo cotidiano no implica desentendernos de las Grandes Causas, ni de la dimensión pública y política. El compromiso con las grandes Causas se verifica y se concretiza en las cosas pequeñas y en la vida cotidiana. Necesitamos una mística de lo minúsculo y de lo escondido que nos ayude a redescubrir la fuerza revolucionaria de lo pequeño y de los pequeños….Nuestro estilo de vida puede ser hoy día la profecía más creíble, una forma de denuncia y una manera de proclamar sin palabras que creemos en otros valores…
C.- Vivamos con esperanza la grandeza de los pequeños
C.1.- Icono: San Romero de América. 
Romero había sido un piadoso hombre de Iglesia, un sacerdote culto, amigo de la justicia, aunque alejado de la vida real de su pueblo. Pero el asesinato del P. Rutilio Grande transformó su vida. A lo largo de tres años de intenso compromiso episcopal se convirtió en la voz de los sin voz, presencia de Jesús Buen Pastor en medio de su pueblo, denunciando los crímenes de la dictadura económica y social y anunciando, de una forma muy clara, la preferencia de Dios por los pobres y pequeños de su pueblo, y, desde ahí, denunciando proféticamente las políticas injustas de los opresores. Como dice de él Pedro Casaldáligalos pobres le enseñaron a leer el evangelio”.
C.2.- Es evidente y muy conocida y meditada la centralidad de los pobres en toda la Biblia:
El amor parcial de Dios, defensor de los pobres, de las víctimas, de los que no cuentan como una línea que atraviesa toda la historia de la salvación. “Vos sos el Dios de los pobres…”. Lo tenemos muy claro y no vamos a extendernos.
C.3.- La centralidad de los pobres en la vida y el camino espiritual de Carlos de Foucauld. 
Después de su conversión, no solo siente la necesidad de hacerse pobre y abajarse para parecerse a Jesús, sino también ir al lugar de los pobres y ser un pobre entre los pobres, teniéndolos como destinatarios privilegiados de su vocación evangelizadora y referentes en su estilo de vida. Meditando en el nacimiento de Jesús escribe: “No dejemos de ser pobres en todo, hermanos de los pobres, compañeros de los pobres, seamos los más pobres de los pobres como Jesús, y como Él amemos a los pobres y rodeémonos de ellos”.

Los pobres y sus condiciones de vida, deben ser también un punto de referencia para sus posibles seguidores a la hora de plantearse cómo y dónde vivir, cómo servir al evangelio, cómo acercarse y comunicar el amor de Dios a las personas más alejadas y necesitadas. ”La pobreza de los Hermanos debe ser fruto de un doble deseo: Imitar a Jesús y abrazar el estilo de vida de los pobres, de los más abandonados” (En el corazón de las masas).
C.4.- Papa Francisco: 
Quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del “sensus fidei”, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.” (E.G. n.198)
C.5.- ¿Cómo podemos vivir hoy, en esta etapa de la vida, esta centralidad de los pobres y pequeños? 
Se me ocurren estas sugerencias:
C.5.a.- Orar en una habitación con vistas al exterior. 
Abrir bien la ventana para que puedan llegarnos “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las gentes de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren…” No puede haber “nada verdaderamente humano que no encuentre eco en nuestro corazón” (Vaticano II). Papa Francisco: ”Dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo…” (E.G. 187)
C.5.b.- Aprender de Jesús a fijarnos en la “grandeza de los pequeños”.
Vivimos en un tiempo y una cultura que privilegia la cantidad, el tamaño, contabiliza el número, se fija en lo grande, lo extraordinario, lo llamativo, deja en las manos de los “grandes” la marcha del mundo, … Nos asombra la manera tan profunda como miraba Jesús a las personas y las dignificaba por sus actitudes y gestos más sencillos. Podemos tomar como ejemplo la ofrenda de la viuda. (Mc 12, 41-44). Jesús sabe mirar dónde está la verdadera grandeza, la generosidad radical, la humildad que brilla y conmueve, la grandeza de la gente sencilla. En nuestra vida seguro que nos encontramos con mucha gente buena cuya entrega callada y discreta pasa desapercibida. Es bueno que nos ejercitemos en mirar a las personas, sus gestos y sus actitudes con los ojos de Jesús para poder ver la belleza del Reino que ya está ahí y que se despliega en lo pequeño, en lo insignificante y escondido.
C.5.c.- Asumir, sin complejos, un proceso progresivo de reducción y concentración de energías solidarias. 
(ejemplo: reducir caldos, jabón concentrado,… lo que se pierde en tamaño y cantidad se gana en calidad y eficacia) Propongo hacer ese proceso a tres niveles según “lo vaya pidiendo el cuerpo”:

  • A nivel de espacio: De la importancia de tener una visión global y sistémica hasta la urgente necesidad de aterrizar e incidir en lo local, cercano y concreto. El problema de raíz nos sobrepasa, pero no podemos quedar atrapados en una sensación de impotencia, frustración y desesperanza paralizante. 
  • A nivel de incidencia: De la importancia de implicarse organizaciones y apoyar en causas colectivas para incidir en la sociedad, hasta la importancia del trabajo, de tú a tú, con las personas a las que podemos tener acceso. Amarles, escucharles y ofrecerles nuestra amistad sincera, ayudarles a tener un pensamiento crítico, a mirar la realidad desde la perspectiva de los pobres, a defender la verdad de los pobres y sus intereses en estos tiempos en que crece el discurso del miedo, del racismo, xenofobia… y de las falsas noticia y la post-verdad.  
  • A nivel de actividades. De la importancia del HACER, desvivirnos empleando tiempo y energías para apoyar procesos y organizaciones a favor de los más pobres (inmigrantes, enfermos, problemas de vivienda, de sanidad, educación, barrio…) hasta centrarnos en lo que podemos y acentuar nuestra manera de estar, de SER, mostrando nuestra interioridad, como nuestro gran aporte. Las parábolas del Reino son muy consoladoras a este nivel: Ser semilla, levadura, sal y luz, capaz de generar vida, iluminar, dar sabor, de cambiar la realidad de manera misteriosa, en un tiempo y un modo que escapa a nuestros cálculos, previsiones y programaciones. Galeano:Gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas cambian el mundo” porque “Ni el que planta ni el que riega, sino es Dios el que hace crecer”.
C.4.4.- Ser dichosos dejando el protagonismo a Dios y dejándonos conducir. 
Aprender a orar y vivir con el salmo 127. Difícil de entender si no es a partir de los cuarenta años, cuando estamos ya un poco de vuelta de nuestros sueños de omnipotencia y de eficacia, cuando sospechamos bastante de nuestras propias fuerzas y cuando ya no nos comemos el mundo ni nos atrevemos demasiado a “cambiarlo”. El salmista parece estar de vuelta de relacionarse con Dios poniendo el acento en su propio esfuerzo: construir, cansarse, guardar, vigilar, madrugar, acostarse tarde… Más bien parece haber descubierto una verdad más liberadora: El protagonista es Dios. ”Es inútil que madruguéis, que comáis el pan de la fatiga porque Dios lo da a sus amigos mientras duermen.
  
Su mensaje central nos desconcierta: Lo que hacemos no parece servir de mucho, puesto que todo es un regalo de Dios. Y es precisamente eso lo que nos resulta difícil de aceptar: que exista un nivel en nuestra vida sobre el que no tenemos poder, en el que no cuentan nuestras preocupaciones, ansiedades y desvelos. También Jesús nos llama a no andar agobiados sino a confiar en la providencia del Padre. Estamos llamados a cambiar esa actitud tan nuestra de agobiarnos por el futuro, de querer solucionar por la vía de la ansiedad o de las cavilaciones todo aquello que escapa a nuestro control.

Está claro que esta oración no nace de la pasividad indolente, sino de la acción sosegada y el dinamismo fecundo que brota de un corazón confiado y agradecido. Es el Señor quien se ocupa de nosotros y lo único que espera es que seamos tan confiados como los niños, que tienen la tranquila audacia de vivir despreocupados porque se saben cuidados y protegidos. (en el avión). Es la sabiduría de los pobres en el espíritu que ponen su confianza en Dios por lo que son y serán eternamente DICHOSOS.
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Para trabajar en grupos y en asamblea:

  • Fortalezas y amenazas de esta etapa de nuestra vida. Compartir desde nuestra experiencia personal o de personas muy cercanas a nosotros para no caer en vaguedades. 
  • Proponer un tema para tratarlo en la asamblea.